26.3.12

El saber regalar un libro


"Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros"
A.B.Casares.

El acto del obsequio siempre tiene una serie de implicaciones, tanto morales, como psicológicas; sin hablar de las  obviamente económicas no sólo por el dinero o el esfuerzo, sino el tiempo invertido, desde la idea general de ¿qué obsequiar? pasando por el cuánto estoy dispuesto a dar, y otros pormenores que de antemano tenemos en cuenta cuando damos o recibimos un obsequio.
El análisis suele ser breve en parte, y al menos en esta parte del continente, porque es de mal gusto analizar estos detalles, pero lo hacemos subconscientemente. Una moral de espectadores juzga el obsequio como algo inútil, o bonito, una simpleza sin más gracia, que la de justificar o hacer señal del interés que se tiene un primero sobre un segundo; miden el aprecio y detectan los trasfondos afectivos entre quienes dan y reciben.
Uno sólo tiene tiempo de responder con una sonrisa, una mirada, un abrazo, un simple gracias, un incomodo “no debiste”, a veces hay un silencio; que puede ser una molestia por no saber con qué palabras no ofender, al que trajo un obsequio tan poco adecuado; o bien ser muy emotivo por no encontrar las palabras, a penas justas para honrar a quien nos haya dado algo de lo que nos consideramos no merecedores y verdaderamente galardonados.
Como sea uno sabe que el dar un regalo, a veces es casi cualquier cosa, y en otros casos es un verdadero gesto de aprecio.
La pregunta que viene a continuación y la lanzo porque es parte constante de mi realidad, es:
¿Por qué regalar un libro?
El regalar un libro, en algunos puede ser un gesto desesperado, pues los libros por fortuna, aún por los individuos que no se congracian con la literatura y la escritura en general, es considerado un acto noble, un acto casi metafísico, en el que se entrega algo que en esencia se reconoce como místico, educativo, artístico, inspirador y hasta a veces divertido. No es que realmente así lo vean  todos, pero de menos tienen la noción de que es bueno.
Es decir, regalar un libro es quedar bien por fuerza, ya sea que el saber no tiene precio o aquello de que la imaginación es un don.
Pero por fortuna, no todas las personas que regalan libros, lo hacen por ese instinto o esa idea que han dejado en el subconsciente colectivo, las librerías, editoriales, maestros y amigos pretenciosos.
Otra parte lo hace porque conoce al objeto -persona- de su afecto.
(Y de aquí pienso dar un salto para evitar mencionar a los bienintencionados que regalan libros a los que les gustan los libros, pero que no tienen nociones de los horizontes literarios de sus seres queridos.)
Los que regalamos libros  a gente que gusta de los libros, somos detallistas, escogemos con cuidado lo que hemos de regalar, en primera, está el conocer la biblioteca del objetivo, que por lo general esta nutrida, podemos decir que de un modo decente.
Habrá quien aporte un título gráfico, ya sea una reseña artística de algún pintor, escultor o caricaturista del gusto o interés de la persona objetivo.
Otros optarán por aportar una novedad editorial, de esas que suelen ser interesantes y aparte del gusto de la lectura, se convertirán en tema de conversaciones, lo cual es otro beneficio que obtiene el premiado, pues el libro naturalmente le abrirá una multitud de oportunidades, no sólo enriquece su mundo abstracto, enriquece su  vida social. No sería descabellado agradecer al benefactor, por los amigos, las copas, los cafés, los pensamientos, los instantes filosóficos y ¿por qué no?,  los amores que con su libro enriquecerán nuestra vida.
Pero dentro de los que regalan libros, hay unos muy dedicados que no sólo han hecho en secreto un compendio general de las bibliotecas e intereses ajenos, sino que han estudiado las palabras y actos, los comentarios, las citas y otros pormenores, ellos sin duda quisquillosos, elegantes y del mejor gusto posible.
Con un gran cariño; conscientes de las implicaciones y del bemol que algunos autores, temas u obras pueden infundir en una vida ajena aunque en sumo querida, los más dedicados. No sólo se les agradece el detalle, no con la sonrisa, o el “gracias”, no sólo el abrazo, la lágrima, el brindis, no sólo con el suspiro o la emoción imposible de ser  verbalizada, no sólo al citar el dichoso libro, ni tampoco al leerlo ni tratarlo con ese gran cariño de quién nos regala un libro, sino una futura y entrañable parte de nuestras vidas.
A esas personas, lo menos que se les puede hacer aparte de todo el “entrañamiento” emocional es sin duda, hacer el mejor esfuerzo y quizás hallar algo más “que ese idilio que dura toda una vida” y es enriquecer la vida de quién nos enriqueció, cultivando el acto de saber regalar un libro.

Con gratitud:
-Chars-

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