28.6.09

Y más cuentos desde la selva (continuación 3 ).

Parte cuarta

El día anterior había llegado un mensaje vía correo al Sr Jimenéz, en dicho correo se le respondía a otro que había mandado el Sr Jiménez a su asesor en la academia mexicana de biologistas, con el tema de la sequía pronunciada que dificultaba el estudio del Sr Jiménez.
A lo que su asesor respondió con aguardar algunos días en lo que la lluvia llegaba pero no dejar de limitar opciones, recomendando buscar de noche a los batracios por el canto de sus coros.
Considerando los consejos de una eminencia como lo es el Dr Viktor Von Kingherräd, es lógico pensar que su experiencia, previsión y conocimientos, son más que útiles, guía.
Siendo eso el caso, decidimos aprovechar nuestra cercanía a la costa e ir a la playa a disfrutar del paisaje, sus nubes, la infinidad del océano y el vuelo de las aves.
Nos preparamos y esperamos en el camino el paso de un trasporte trans-rural.
Si bien se retardo un poco, no fue lo suficiente como para incurrir en la desesperación y la locura, y con un paso veloz, nos llevó, pasando por los caminos periféricos y atravesando algunos ejidos y pueblos.
Es contrastante el hecho de ver de un lado de la carretera la selva y su variedad de verdes, su infinidad de sombras y la cantidad inquietante de fieras y criaturas que aún la pueblan, y por otro lado, las llanuras habitadas por contentas aunque monótonas vacas.
El colmo es además cuando de vez en cuando se llegan a ver algunos de estos bovinos enfermos y flacos, es cruel pensar en la cantidad de hectáreas devastadas solo para crear pastizal y que ni siquiera eso fue bien logrado.
Es un atentado inútil.
Tras un breve y reflexivo viaje
Llegamos a un pueblo costero de apariencia tranquila, nos recibió la vista de la iglesia del pueblo y el conjunto de edificios viejos y algo en mal estado, y ¡claro!, el panorama al fondo de lo que prometía ser una playa tranquila y soleada.
Pronto nos movilizamos, yo ansiaba tomar algunos fotogramas a modo de paisajes sin pretender igualar a algunos paisajistas, sólo por el mero registro.
Mientras yo hacia la búsqueda de un lugar adecuado y conseguía con la gente del lugar algo de sombra bajo sus cabañas que mañosamente han dispuesto para refugio y descanso de los turistas, a cambio de consumirles alimentos de dudosa calidad y cuyo valor monetario es debatible.
Pero en fin
Una cabaña me pareció aceptable por la sombra y la vista que yo tenia desde ahí, dada la intensidad del sol no ostentaba muchas ganas de asolearme, a diferencia de mi gentil amigo que se había ido a comprar un bañador para en efecto hacerle de bañista aunque sea en la costa, husmear y divertirse algo bajo el agua, yo por mi parte preferí pedir una jarra con limonada y desde un lugar tomar algunas panorámicas, jugar un tanto con las posibilidades de la cámara.
Después de un rato y de ponerme a fin de cuentas a merced del poderoso Helios, todo gracias a la culpa de un simpático cangrejo que reto mi capacidad de retratarlo.
Bueno, en fin, después de eso
Me dispuse a beber fresca limonada y a platicar con mi recién salido del mar; amigo.
Mientras eso pasaba, un grupo de no mal llamadas “Divas de pueblo” hizo su entrada en la playa, eran jovencitas morenas y con la típica fisionomía de la región, ante lo cual solo pude tener una impresión de gracia y reír ligeramente.
Su paso, si bien no era notoriamente torpe rememoraba al de alguna dama de ciudad, pero algo borracha (cosa de no saber como contonearse), sus vestimentas eran exageradas y contrastaban demasiado con el color tostado de su piel, y sus alhajas si bien no eran ni remotamente cercanas a la preciosidad y el coste que manejan algunas tiendas de la capital con sus lujosos minerales y suntuosos diseños, sin mencionar el coste algo tremendo, estaban mal combinadas en color, es decir siento que independientemente de sus capacidades económicas, carecían de belleza no hablare de su físico solo de su estilo y del modo en que arropaban y que refleja mucho de quién se es.
Me estaba deleitando de un modo moralmente incorrecto al criticar el mal vestir de las muchachillas cuando junto con ellas y haciendo una entrada retardada pero por ello de mas impacto; llega una muchachilla algo blanquilla, de labios rosados y cabello ligeramente ondulado, piernas delgadas y graciosas, su indumentaria era le propia de las jovencillas de este tipo de pueblos, pero había una notoria diferencia entre como combinar formas y colores y evitar generar un espectáculo ligeramente hilarante.
Aún cuando se notaba que accedía al mismo tipo de ropa y adornos, su gusto denotaba una mayor sensibilidad a la estética y por ello era agradable a la vista.
Al terminar nuestra jarra con limonada observe unas cuantas veces el alegre y disfrutable caminar de aquella muchacha blanquilla.
Aunque tras un rato decidí regresar, si bien no extrañaba la comida del campamento por su sabor o calidad extrañaba su precio monetario.
Así que para llegar a tiempo decidimos regresar, no sin antes tomar algunos fotogramas de edificios viejos, cuya presencia me causa un cierto estado de nostalgia indescriptible.
El abandono tiene su belleza para mí.
En esta ocasión el transporte trans-rural no se hizo esperar y nos regreso, con el consecuente tour por los pueblecillos, regresando a tiempo para la comida y aprovechar su gratuidad.
Siendo ese un día algo desocupado, nos dimos a la tarea de visitar de nuevo el perímetro selvático.
Sin encontrar mucho.
También hicimos plática con algunos de los otros biologistas del campamento, entre ellos conocimos a un joven de nombre Omar Suaréz, quien es un estudioso de las bestias mamíferas y sus afines.
Otro de nuestros compañeros es el poco famoso Dr Derkk Köln especialista en la materia de las abejas y todo lo referente a ellas, menos su aprovechamiento en granjas, como producen miel, y cuales son los nombres que les da la gente no docta.
Las otras tres personalidades eran mujeres de ciencia que si bien ya habían adquirido su licencia como biologistas, aunque de procedencia de escuelas extranjeras de poca monta pero de de un país famoso, rico y poderoso, que en efecto tiene mejores escuelas, sin embargo sólo para gente con mejores ingresos.
Sus nombres eran Annette Truman, aquí para estudiar a las bestias mamíferas de la zona y ayudar a su amiga, la aspirante a grado de maestría Crystal Santiago que hace estudios a los pastos de la zona.
Una tercera de nombre Mariana que estudió en el mismo país pero había nacido en dividido país del Panamá.
Todas ellas realizando proyectos para tratar de escalar en el mundo de los biologistas, al igual que de cierto modo mi amigo.
Yo seguía siendo el único interesado en la aventura, el único observador.

Por ese día tranquilo no había más
que hacer y en efecto nos decidimos a dormir pues esperábamos que mañana teníamos que salir a revisar si podíamos encontrar los dichosos coros de batracios…

(Continuará)

24.6.09

Y más cuentos desde la selva (continuación 2 ).

Parte tercera

El retorno de la laguna era necesario pues el sol y su línea de colores dorados se desdibujaba en el horizonte, el cansancio previo solo era soportable por el temor de que nos agarrara la noche en la selva, considerando que no cargábamos con el equipo suficiente
Y la zona además de su entomofauna reconocida por su notorio gigantismo, también abundaba en otras bestiezuelas dignas de respeto y consideración a su capacidad para causar daño y muerte al viajero torpe y cansado.
Una de estas era un animal reptil, la escamosa serpiente Nauyacatl, un monstruo viperino que con mala suerte para quien se lo encuentre llega a ser mas largo que algunos cocodrilos.
Su ferocidad es famosa y su veneno es poderoso.
Conózcase que uno de los peligros famosos de esta zona es el encuentro fortuito y letal que se puede llegar a tener con estos asesinos de sangre fría.
Recordando los escritos de Sir Walton Eckbart que a principios del siglo pasado todavía refería a los reptiles escamosos, como desalmados y afines al demonio precisamente por esta cualidad de tener un metabolismo lento y comer de vez en cuando.
Otro de los temores que nos aquejaban en el agitado corazón que con fuerza nos enviaba sangre a las piernas para en efecto, correr mas rápido, era el de los pueblerinos mal sanos de la zona famosos por su cleptomanía y su necesidad de agredir.
De entre las sombras que a cada instante se acrecentaban podía sentir las miradas curiosas y ambiciosas que nos rodeaban, aun al llegar a los caminos periféricos no se esta completamente seguro pero se reduce la posibilidad de un encuentro con los nativos.
Es bien sabido el dicho que de las Nauyacatl se cuida uno y de la gente que lo cuide a uno, Dios.
Al atravesar la franja de su terreno nos sentimos aliviados y recorrimos el camino con más calma sin dejar de tomar precauciones.
En ese momento y gracias a la única lámpara que traíamos con nosotros, pudimos ver un brillo entre azul y negro, agazapado entre la obscuridad.
De pronto se hizo notar por su tamaño, otro gran reptil colúbrido, un ofidio conocido como serpiente carretera, por su color semejante con el del asfalto de los caminos (aunque solo afirmo conforme las razones que me dan los entendidos y no comparto del todo dicha opinión)
Así mismo puede llegar a ser tan larga como un camino, esto en un exagerado sentido cortesía de los pueblerinos de la zona y sus alrededores que a todo le tienen miedo y cuidado.
La verdad es que si bien el animal no presentaba el tamaño de adulto conforme los reportes del Dr Laugcard, sí alcanzamos a apreciar que quizás llegaba a los seis metros de largo.
El animal posiblemente ya muy grande para alimentarse de los pollos y los hijos de los nativos decidió intentar su suerte contra nosotros y tras un chasquido se abalanzó
Pronto los ágiles reflejos del Sr Jiménez, naturalmente realzados al trabajar con batracios saltarines, y su vara, alejaron la boca con cientos de dientes, de nuestro paso, a lo que con un esfuerzo adicional nos dimos a la tarea de huir del reptil y seguir nuestro paso.
Ya más calmados y cercanos al campamento nos pusimos a observar las luces de las luciérnagas que si bien no crean espectáculos enormes como en otros lugares, hacen con su juego de luz, una noche interesante.
Con mucha suerte, y prisa, por fin llegamos al campamento aunque las cocineras ya habían servido la cena por lo que además de cansados (pero regocijados por la visita a la laguna) también deberíamos de dormir con hambre.
Para nuestra fortuna una de las cocineras, muy amable por cierto, vio nuestras lamentables posturas y nuestra expresión de miseria, compadeciéndose y de inmediato nos sirvió unos bocadillos de carne.
Esa noche podía yo dormir satisfecho por la aventura que había vivido, aunque esperaba ya con ansias al día de mañana…

(Continuara)




23.6.09

Y más cuentos desde la selva (continuación 1 ).

Parte segunda

Mientras llovía esa noche mi compañero el Sr Jiménez y yo fuimos testigos de una emergencia de anfibios, brotaban de por doquier, no faltaban los rugosos sapos y menos las gráciles ranas.
Cabe hacer notar que ese día pudimos ver un par de aquellos esquivos batracios que íbamos a buscar, aunque si bien solo pudimos capturar uno para efectuarle el debido análisis métrico, descubrimos que se había capturado otra hembra, detalle acentuado todavía por su nulo canto.
El aire húmedo, el fresco de la selva y el mismo lugar por un instante me cautivaron notoriamente, si bien no era la primera vez que este hombre veía la selva y estaba en ella siempre le he profesado un agrado y un respeto que detienen mi mente, la liberan de presiones mundanas y me deleito en la contemplativa del momento.
Al continuar la noche, la lluvia cedió, cosa que no agrado al caballero Jiménez, de cualquier modo ese breve (para la selva) chubasco había levantado más vida de la que ya de por si se percibía, y el animo de trabajo de Sr Jiménez se acrecentó.
Con sueños y esperanzas para este viaje decidimos descansar y ponernos a dormir con una sinfonía extravagante de insectos y animales indescriptibles en el fondo, que perdidos en la profunda obscuridad cantan con locura a la noche.
Al amanecer y con ánimos reforzados comenzamos nuestra rutina previamente planificada, aunque seguramente eventualmente iríamos haciendo cambios según las necesidades.

Primero un poco de acondicionamiento físico general para mejorar la condición física y poder responder mejor a las exigencias de vida en la selva.
Nuestras habituales vidas en la ciudad, curiosamente definida como los progresistas como una jungla de asfalto aunque creo yo que se trata de un chiste local, nos habían habituado a caminatas cortas seguidas de la equitación, en hipopótamos de metal, la comida disponible a toda hora y los vicios de la estupidez televisada y otros entretenimientos considerados como decadentes y aún así aceptados en nuestra sociedad, también decadente, nos habían dejado conforme a las teorías de la selección natural, lo mejor adaptados a ese medio, afortunadamente y considerando las mismas posibilidades aún somos caballeros si no respetables, adaptables y con un poco de esfuerzo pronto las caminatas largas y extenuantes serán recorridos habituales.
Tras el desayuno, que al igual que la cena tiene la cualidad de provocar amnesia en cuanto el menú, pero afortunadamente sigue siendo energético y funcional, decidimos retozar un poco en el campamento antes de ir hacia una laguna no muy lejos de ahí, -como a medio día de camino- referían los lugareños.
Una vez equipados nos comenzamos a mover.
Durante el camino, atravesamos extensas zonas habitadas por variedades grandes y en su mayoría desconocidas para las ciencias modernas, aunque espero que no para las futuras, de criaturas y forestas, sé por lo que he visto y entendido que hay más de lo que realmente llega a apreciar uno con sus ojos.
Yo en mi ávido deseo de retratista, no deje de retratar paisajes, algunos hongos, y variedades de invertebrados exóticas a mis ojos.
Aunque con el paso del camino nos percatamos que una bestia común era el centípodo gigante, un insecto vermiforme (aunque yo diría locomotoriforme) cuyo ataque puede ser peligroso gracias a su potente veneno que en reacción con nuestra sangre genera cianuro, indudablemente mortal.
Si bien la mayoría de aquellos seres extraños a la vista de nosotros, son letales, solo vasta con azuzarlos con las varas para que cambien su camino, o bien solo pasarles de largo pues son concientes de su peligrosidad y evitan hacer exhibiciones, limitándose a comer, andorrear o reproducirse.
Tampoco faltan los saltamontes, solo que en estas latitudes, son grandes y suelen dar patadas al agresor o al transeúnte desprevenido, si bien no llegan al tamaño de un caballo como para que la patada fuera considerada letal por su fuerza, lo es por las espinas que la providencia de la selva les otorgo para que no sean un bocado tan fácil.
Sus espinas pueden penetrar la carne y lógicamente causar heridas, cosa que comprobó el Sr Jiménez que en acto de amabilidad trato de atrapar uno para que este su servidor le hiciera un retrato.
El camino se torno algo largo para estos pies inexpertos y acostumbrados a la pereza citadina y en ocasiones algo desesperante al cuerpo aún mal aclimatado.
No obstante la belleza intrínseca de la selva y la emoción del viaje fueron el alimento que nuestros espíritus consumieron para no hacernos desfallecer.
Quiero hacer notar en este punto que si bien las distancias suenan largas pero caminables, debo recordar a mis lectores que el clima de la selva hace los cuerpos mal acostumbrados, propensos a la emisión de sudor, otro detalle para aquellos que quieran demeritar nuestra aventura es que si bien se hallan cómodos en un sillón leyendo esta crónica, y si les hace falta viajar una larga distancia es cosa de según su fortuna usar un automotor público o personal, y que incluso el asfalto y las avenidas son cómodas por no presentar una gran cantidad de irregularidades topográficas o incluso deformidades incomodas para el que transita (aunque algunos usuarios de las avenidas para automotores puedan pensar lo mismo del estado de las calles de la ciudad, aquí es mas difícil que eso)
Otro detalle no menos importante es la cantidad de criaturas que habitan aquí, muchas de ellas ajenas a nuestra existencia y prestas a causarnos daño, si bien parece lo mismo que en la ciudad, de menos podemos decirles que en la ciudad ya les conocemos las mañas a los indeseables, estafadores, políticos, ladrones y policías. Y aquí las nobles bestias carecen de todo eso por lo que son inmunes al soborno, la suplica y el tributo.
Varias veces durante el camino notamos que los ríos eran pequeños en referencia a las crónicas de antiguos viajeros, cosa que solo suponía una extrema sequía en la zona y por lo tanto arduo trabajo para el aspirante a biologista Sr Jiménez.
A medio camino topamos una aldea perteneciente a gente nativa de la zona.
Si bien no entablamos palabra con ellos, sabíamos que nos observaban desde sus chozas primitivas, pero deberíamos de tener cuidado pues si bien son ajenos a nuestras tecnologías y bienestar, no son extraños a la codicia de intercambiar nuestras pertenencias por comida, licor y mujeres con los otros pueblos establecidos en los límites de la selva.
Un hecho notable es que ante la llegada del hombre “civilizado” lo único que se quedo en la zona fueron los vicios y la codicia. En contraparte de sus anteriores costumbres que solo incluían el canibalismo ocasional.
Tras seguir caminando y seguir viendo brazos del río algo desecados llegamos a un estanque en las profundidades de la selva donde la cantidad de flora crea una zona fresca libre casi del sol en parte por la presencia de una planta tropical, cuyas hojas son mas largas que la altura de un hombre.
En dicho lugar y en dicha charca, topamos para deleite del Sr Jiménez, un coro de ranas acuáticas, que con esfuerzo y maña logré retratar a uno de aquellos batracios escurridizos.
Seguido a eso continuamos y pasamos por un bosque de hongos, un bosque dentro de un bosque, donde los hongos pálidos y ligeramente monstruosos hacían parecer el lugar como algo completamente fuera de la percepción.
En cuanto salimos del bosque tropical, dimos con un claro, entonces nos dispusimos a seguir los relatos que hablaban sobre una pequeña villa cuyo bien era una laguna de agua azul, recordemos que en esos tiempos la gente no pensaba en monedas ni automotores, si no en poder comer y refrescarse.
Ahora no aprecian tanto el agua si no para cultivar sus alimentos.
Al llegar quede maravillado, pues era como uno de mis antepasados había descrito, “un lago en la bruma, rodeado por una montaña, perdido en la espesura del jade de la selva”.
¡Que alegría!, ¡que dicha!.
Ahí en la selva estaba aquella laguna en la que uno de mis antepasados había estado y ese día entendió la paz del universo.
En referencia, sé muy poco, pero aquel antepasado una vez tuvo la suerte de venir hasta acá en sus viajes, un asceta, que tras meditar encontró la paz.
Yo heredé esa necesidad de buscar paz, de buscar la calma y la belleza.
Y por los relatos había soñado con este lugar, que sin duda superaba lo que mis pueriles fantasías habían fabricado.
Sin pensarlo mucho decidimos meternos a la laguna y disfrutar de la fresca y casi transparente agua.
En ese lugar hallé parte de la paz que he buscado desde que tengo memoria.
Estando ahí desee poder regresar en otra ocasión, o volverme un asceta y quedarme a vivir en ese lugar.
Pero mis aspiraciones y mis sueños como retratista no me dejarían en paz por ahora, pero si me permitirían disfrutar el instante.
Si bien el regocijo me llenó, debíamos regresar antes de que nos alcanzara la noche.
Por fortuna al saber el camino, era más rápido el retorno siempre y cuando no tuviéramos algún problema adicional al viaje.
Tomamos nuestras cosas, y felices pero apresurados regresamos.
Yo pensaba gustoso en regresar a la ciudad para mostrarle mis fotos a la gente que quiero, y quizás un día regresar para compartir mi dicha por tal lugar…
(Continuara)

21.6.09

Y más cuentos de la selva.

Saludos a quien sea que pueda leer este testimonio.
En prueba de mi presencia en la selva veracruzana, que aunque disminuida y menguante todavía es reconocible, escribo esta carta ociosa como testimonio de mis aventuras.
Según recuerdo esta aventura inicio hace unos meses a principio de este año, pues mi amigo el caballero y explorador aunque de bajo renombre, halló necesario y entretenido este viaje.
El Sr Diego Jiménez, quien había solicitado su admisión como naturalista renombrado en la academia mexicana de biologistas, quienes a su vez le ofrecieron la oportunidad de formar parte de su teóricamente selecto gremio a condición de estudiar un esquivo animal batracio que si bien a nadie interesaba realmente, les resultaba desconocido en cuanto sus hábitos y canto, por lo que el Sr Jiménez como especialista autodidacta pero necesitado de referencias oficiales fue el hombre que el destino eligió para ir a esta aventura.
Por el otro lado, este su corresponsal, amigo de años de tan notable caballero, se interesó en la aventura, no tanto por el saber de los biologistas sino por la aventura en sí.
Antes que otra cosa sea narrada y/o relatada, agrandada por mi memoria o disminuida por mis descuidos, mencionare algunos detalles sobre este su corresponsal en esta aventura de la selva.
Mi nombre es Charles Valdezi, si bien durante una parte de mi vida profese y creí en las ciencias modernas, me decidí retratista, pues mi gusto siempre había sido el de un mirón, un vagabundo, un viajero.
Sepa usted que soy descendiente de una familia de salteadores famosos por su ferocidad y crueldad que no obstante aquí en la ciudad solo han dado para acomodar respeto en las liguillas del balónpie llanero.
Por mi parte mi madre me crío desde la infancia aunque me educo realmente la prensa y el televisor (bueno los eventos transmitidos por este).
Ahora después de varias vueltas y revueltas de mi vida me decido por ir a la selva con mi camarada y amigo en busca del desconocido batracio.
Yo no espero mucho salvo lo mejor y lo casual, espero aventura y poder tener buenos fotogramas, armado con un machete una vara para contener y maniobrar serpientes, actitud valiente, amistad puesto que esta es muy valiosa y una vieja escopeta, el Sr Jiménez y Yo Charles Valdezi salimos creo yo que 4 meses después de la propuesta de viaje, tiempo que usamos para preparar nuestros equipos y dejar lo mejor posible nuestros negocios por si nos era posible regresar (aunque sinceramente existe la posibilidad de tener deceso aquí en el trópico).
Salimos pues un día miércoles antes de la media noche, de a estación oriente de la ciudad, abordando un expreso automotor que si bien nos acercó a nuestro destino en menos de 8 horas, nos dejó con síntomas reumatoides temporales por la comodidad en la disposición de sus asientos.
Una vez llegamos al poblado de Katemam-acko, lugar reconocido por la cantidad y poder de sus brujos, procedimos a desayunar algo, luego de esto nos movilizamos en busca de quien nos llevara a un campamento propiedad de la Academia Mexicana de Biologistas, quienes amablemente habían cedido un espacio ahí para las investigaciones del aspirante Jiménez.
No tardamos en encontrar un transportista que al recibir pago, gustoso nos dejo casi cerca del nombrado campamento.
Durante el camino noté como la gente le temía a la selva pues no hacían otra cosa que atacarla en cuanto pudiesen y dejar sólo llano apto para pacíficas y productivas vacas.
Quizás la selva un día desaparecería pero mientras causaba entretenimiento y curiosidad a la prestigiosa academia y a sus amigos internacionales.
En lo que a nosotros respecta, era una bastión de la naturaleza, digna de protegerse y no solo de hacer catálogos de las bestias y las forestas típicas de ahí.
Por otro lado, aun cuando le profesáramos respeto, era como un dios antiguo, poderoso e inmisericorde que no dudaría en destruirnos.
Antes de medio día, ya habíamos llegado al campamento, registrado y ocupado un lugar ahí.
Sin perder el tiempo pues la academia solo había dado una breve temporada de alojo aceptablemente pagable, el Sr Jiménez me exhortó a seguirle en busca de los posibles lugares donde se encontraría el preciado batracio objeto de estudio del noble caballero amigo mío.
Decidimos que primero rodearíamos la selva para evitar algunos de sus peligros.
Salimos armados y equipados y nos dispusimos a recorrer el camino.
De mi parte no pude olvidar mi cámara fotográfica, con la cual he captado muchas cosas interesantes aquí y así mismo espero publicarlas a mi regreso en parte para intentar maravillarlos y en parte para demostrar nuestras aventuras.
Tras unas horas de viaje por las veredas periféricas a la selva pudimos notar que las lluvias monzónicas no habían llegado a la zona y que tendríamos suerte buena si encontráramos algunas ranas de las requeridas, más difícil aún estudiar su canto pues se sabe que los machos cantan solo cuando se van a reproducir, es decir en la época de lluvias torrenciales.
Al llegar a un puente por el que debajo hace su paso un río tratamos de encontrar algún batracio y para suerte del biologista encontramos una pequeña hembra de la rana en cuestión,
Alentador aunque aún inútil regresamos por ese día al campamento.
En el camino tuvimos la suerte de ver una puesta de otro tipo de rana, conocida por su bello colorido, con eso quedo reconocido el conocimiento del Sr Jiménez quien con tan solo ver los huevos supo que animal los puso, describiendo sus hábitos y color.
Era un hecho que no le faltaba talento, solo reconocimiento publico de parte de la academia.
Así mismo en el regreso topamos una araña gigante que llevaba sus huevos cargando por lo que no era peligrosa para nuestro viaje, decidimos fotografiarle y dejarle en paz.
A nuestro regreso procedimos con la cena, olvidable por cierto, y tras un rato ver como comenzaba a llover…
(Continuará)

saludos de la selva

saludos a todos espero que les vaya bien, les deseo buen karma.
de mientras espero gracias a interné poder relatarles mis aventuras en la selva y desearles buen dia.
por otro lado esperen nuevas y grandiosas fotos para cuando regrese
con buenos deseos
Chars.

8.6.09

En el camino

¡Horrible, horrible!
No podía decir otra cosa de mi corte de cabello, es bien entendido por mi que no soy una persona que agracie a otras con la simple belleza y presencia, pero no eso no me libra de sentir algo de vanidad y deseo de portar un estilo.
Hasta hace unos instantes poseía una abundante cabellera que por razones de viaje he decidido recortar no solo por comodidad sino por deseo de cambio en la apariencia, es bien cierto que me reporto enamorado de mi mismo, no por mi físico sino por mi maravillosa existencia, mi carácter, mis aventuras y el estilo...
Un idilio para toda la vida.
Una vez reconocido eso y tras comentar mi tragedia, quiero informar que este mes y el próximo pretendo vivirlos en parte en la selva.
Así es me voy un mes, bueno teóricamente 32 días a la estación científica de la UNAM ubicada en los Tuxtlas (Veracruz), en apoyo a un amigo que realiza su tesis y e paso lo tomare como un retiro del universo citadino.
No es que no guste de vivir en las cacofónicas ciudades, no es que no me guste la comodidad y la fiesta.
No es que no anhele vagar por los parquecitos y salir de paseo en bicicleta.
Pero la verdad me hacían falta unas “vacaciones” así.
Quizá me centre mas en mis proyectos creativos
Porque en efecto llevaré mi cámara y equipo, y de serme posible les enviaré fotos de mi estancia allá.
También pienso leer mucho ya que estoy por allá.
Todo esto no implica que no vaya a apoyar a mi amigo en la realización de su proyecto.
Pero en si voy un rato para estar en paz y refrescarme.
Con cariño a todos aquellos a quienes quiero, les deseo buen karma.
(me retiro el 17 de junio así que de la fecha de publicación a la salida aún faltan algunos dias)