24.6.09

Y más cuentos desde la selva (continuación 2 ).

Parte tercera

El retorno de la laguna era necesario pues el sol y su línea de colores dorados se desdibujaba en el horizonte, el cansancio previo solo era soportable por el temor de que nos agarrara la noche en la selva, considerando que no cargábamos con el equipo suficiente
Y la zona además de su entomofauna reconocida por su notorio gigantismo, también abundaba en otras bestiezuelas dignas de respeto y consideración a su capacidad para causar daño y muerte al viajero torpe y cansado.
Una de estas era un animal reptil, la escamosa serpiente Nauyacatl, un monstruo viperino que con mala suerte para quien se lo encuentre llega a ser mas largo que algunos cocodrilos.
Su ferocidad es famosa y su veneno es poderoso.
Conózcase que uno de los peligros famosos de esta zona es el encuentro fortuito y letal que se puede llegar a tener con estos asesinos de sangre fría.
Recordando los escritos de Sir Walton Eckbart que a principios del siglo pasado todavía refería a los reptiles escamosos, como desalmados y afines al demonio precisamente por esta cualidad de tener un metabolismo lento y comer de vez en cuando.
Otro de los temores que nos aquejaban en el agitado corazón que con fuerza nos enviaba sangre a las piernas para en efecto, correr mas rápido, era el de los pueblerinos mal sanos de la zona famosos por su cleptomanía y su necesidad de agredir.
De entre las sombras que a cada instante se acrecentaban podía sentir las miradas curiosas y ambiciosas que nos rodeaban, aun al llegar a los caminos periféricos no se esta completamente seguro pero se reduce la posibilidad de un encuentro con los nativos.
Es bien sabido el dicho que de las Nauyacatl se cuida uno y de la gente que lo cuide a uno, Dios.
Al atravesar la franja de su terreno nos sentimos aliviados y recorrimos el camino con más calma sin dejar de tomar precauciones.
En ese momento y gracias a la única lámpara que traíamos con nosotros, pudimos ver un brillo entre azul y negro, agazapado entre la obscuridad.
De pronto se hizo notar por su tamaño, otro gran reptil colúbrido, un ofidio conocido como serpiente carretera, por su color semejante con el del asfalto de los caminos (aunque solo afirmo conforme las razones que me dan los entendidos y no comparto del todo dicha opinión)
Así mismo puede llegar a ser tan larga como un camino, esto en un exagerado sentido cortesía de los pueblerinos de la zona y sus alrededores que a todo le tienen miedo y cuidado.
La verdad es que si bien el animal no presentaba el tamaño de adulto conforme los reportes del Dr Laugcard, sí alcanzamos a apreciar que quizás llegaba a los seis metros de largo.
El animal posiblemente ya muy grande para alimentarse de los pollos y los hijos de los nativos decidió intentar su suerte contra nosotros y tras un chasquido se abalanzó
Pronto los ágiles reflejos del Sr Jiménez, naturalmente realzados al trabajar con batracios saltarines, y su vara, alejaron la boca con cientos de dientes, de nuestro paso, a lo que con un esfuerzo adicional nos dimos a la tarea de huir del reptil y seguir nuestro paso.
Ya más calmados y cercanos al campamento nos pusimos a observar las luces de las luciérnagas que si bien no crean espectáculos enormes como en otros lugares, hacen con su juego de luz, una noche interesante.
Con mucha suerte, y prisa, por fin llegamos al campamento aunque las cocineras ya habían servido la cena por lo que además de cansados (pero regocijados por la visita a la laguna) también deberíamos de dormir con hambre.
Para nuestra fortuna una de las cocineras, muy amable por cierto, vio nuestras lamentables posturas y nuestra expresión de miseria, compadeciéndose y de inmediato nos sirvió unos bocadillos de carne.
Esa noche podía yo dormir satisfecho por la aventura que había vivido, aunque esperaba ya con ansias al día de mañana…

(Continuara)




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