21.6.09

Y más cuentos de la selva.

Saludos a quien sea que pueda leer este testimonio.
En prueba de mi presencia en la selva veracruzana, que aunque disminuida y menguante todavía es reconocible, escribo esta carta ociosa como testimonio de mis aventuras.
Según recuerdo esta aventura inicio hace unos meses a principio de este año, pues mi amigo el caballero y explorador aunque de bajo renombre, halló necesario y entretenido este viaje.
El Sr Diego Jiménez, quien había solicitado su admisión como naturalista renombrado en la academia mexicana de biologistas, quienes a su vez le ofrecieron la oportunidad de formar parte de su teóricamente selecto gremio a condición de estudiar un esquivo animal batracio que si bien a nadie interesaba realmente, les resultaba desconocido en cuanto sus hábitos y canto, por lo que el Sr Jiménez como especialista autodidacta pero necesitado de referencias oficiales fue el hombre que el destino eligió para ir a esta aventura.
Por el otro lado, este su corresponsal, amigo de años de tan notable caballero, se interesó en la aventura, no tanto por el saber de los biologistas sino por la aventura en sí.
Antes que otra cosa sea narrada y/o relatada, agrandada por mi memoria o disminuida por mis descuidos, mencionare algunos detalles sobre este su corresponsal en esta aventura de la selva.
Mi nombre es Charles Valdezi, si bien durante una parte de mi vida profese y creí en las ciencias modernas, me decidí retratista, pues mi gusto siempre había sido el de un mirón, un vagabundo, un viajero.
Sepa usted que soy descendiente de una familia de salteadores famosos por su ferocidad y crueldad que no obstante aquí en la ciudad solo han dado para acomodar respeto en las liguillas del balónpie llanero.
Por mi parte mi madre me crío desde la infancia aunque me educo realmente la prensa y el televisor (bueno los eventos transmitidos por este).
Ahora después de varias vueltas y revueltas de mi vida me decido por ir a la selva con mi camarada y amigo en busca del desconocido batracio.
Yo no espero mucho salvo lo mejor y lo casual, espero aventura y poder tener buenos fotogramas, armado con un machete una vara para contener y maniobrar serpientes, actitud valiente, amistad puesto que esta es muy valiosa y una vieja escopeta, el Sr Jiménez y Yo Charles Valdezi salimos creo yo que 4 meses después de la propuesta de viaje, tiempo que usamos para preparar nuestros equipos y dejar lo mejor posible nuestros negocios por si nos era posible regresar (aunque sinceramente existe la posibilidad de tener deceso aquí en el trópico).
Salimos pues un día miércoles antes de la media noche, de a estación oriente de la ciudad, abordando un expreso automotor que si bien nos acercó a nuestro destino en menos de 8 horas, nos dejó con síntomas reumatoides temporales por la comodidad en la disposición de sus asientos.
Una vez llegamos al poblado de Katemam-acko, lugar reconocido por la cantidad y poder de sus brujos, procedimos a desayunar algo, luego de esto nos movilizamos en busca de quien nos llevara a un campamento propiedad de la Academia Mexicana de Biologistas, quienes amablemente habían cedido un espacio ahí para las investigaciones del aspirante Jiménez.
No tardamos en encontrar un transportista que al recibir pago, gustoso nos dejo casi cerca del nombrado campamento.
Durante el camino noté como la gente le temía a la selva pues no hacían otra cosa que atacarla en cuanto pudiesen y dejar sólo llano apto para pacíficas y productivas vacas.
Quizás la selva un día desaparecería pero mientras causaba entretenimiento y curiosidad a la prestigiosa academia y a sus amigos internacionales.
En lo que a nosotros respecta, era una bastión de la naturaleza, digna de protegerse y no solo de hacer catálogos de las bestias y las forestas típicas de ahí.
Por otro lado, aun cuando le profesáramos respeto, era como un dios antiguo, poderoso e inmisericorde que no dudaría en destruirnos.
Antes de medio día, ya habíamos llegado al campamento, registrado y ocupado un lugar ahí.
Sin perder el tiempo pues la academia solo había dado una breve temporada de alojo aceptablemente pagable, el Sr Jiménez me exhortó a seguirle en busca de los posibles lugares donde se encontraría el preciado batracio objeto de estudio del noble caballero amigo mío.
Decidimos que primero rodearíamos la selva para evitar algunos de sus peligros.
Salimos armados y equipados y nos dispusimos a recorrer el camino.
De mi parte no pude olvidar mi cámara fotográfica, con la cual he captado muchas cosas interesantes aquí y así mismo espero publicarlas a mi regreso en parte para intentar maravillarlos y en parte para demostrar nuestras aventuras.
Tras unas horas de viaje por las veredas periféricas a la selva pudimos notar que las lluvias monzónicas no habían llegado a la zona y que tendríamos suerte buena si encontráramos algunas ranas de las requeridas, más difícil aún estudiar su canto pues se sabe que los machos cantan solo cuando se van a reproducir, es decir en la época de lluvias torrenciales.
Al llegar a un puente por el que debajo hace su paso un río tratamos de encontrar algún batracio y para suerte del biologista encontramos una pequeña hembra de la rana en cuestión,
Alentador aunque aún inútil regresamos por ese día al campamento.
En el camino tuvimos la suerte de ver una puesta de otro tipo de rana, conocida por su bello colorido, con eso quedo reconocido el conocimiento del Sr Jiménez quien con tan solo ver los huevos supo que animal los puso, describiendo sus hábitos y color.
Era un hecho que no le faltaba talento, solo reconocimiento publico de parte de la academia.
Así mismo en el regreso topamos una araña gigante que llevaba sus huevos cargando por lo que no era peligrosa para nuestro viaje, decidimos fotografiarle y dejarle en paz.
A nuestro regreso procedimos con la cena, olvidable por cierto, y tras un rato ver como comenzaba a llover…
(Continuará)

1 comentario:

  1. Estoy leyendo esta serie de relatos 12 años después... Extraño nuestras aventuras, mucho.

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