2.7.09

Y más cuentos desde la selva (continuación 4 ).

Parte Quinta

Esa mañana nos despertamos como el resto de los días pero el Sr Jiménez había decidido tomar como una orden no perder el tiempo e ir a investigar aún ante la escasez de agua, su estudio debía de ser llevado a acabo y él debía obtener el cobijo que da la insignia de la academia a sus nombrados biologistas.
En cualquier caso iniciamos la rutina con algunos ejercicios, más tarde, tomamos un “refrescante” desayuno, no podía yo tener algo de esa magnitud sin quedar asombrado, sin palabras por el asombroso desayuno procedimos a hacer siesta un rato por el resto del día hasta que antes de la hora de la comida decidimos hacer un breve recorrido en la selva circundante al campamento.
Después de no hacer otra cosa que ver la vastedad verde de la selva y algunos cuantos centípodos gigantes, tuvimos suficiente y tomamos el retorno, esa tarde comí algo que naturalmente me causó horror o aburrición, por fortuna no se puede padecer ambas emociones.
Tras digerir la comida nos dispusimos a leer y enviar correo.
Al termino de dicha actividad nos preparamos para un recorrido nocturno por los caminos periféricos.
Nos equipamos y con lámpara y bastón en mano, un machete en el cinto y disposición a la buena suerte, fijamos como destino el río que pasa debajo de un puente, lugar donde encontramos el primer organismo batracio que buscábamos.
Al salir vimos que el camino era largo y que habríamos de recorrerlo a pie por si encontrábamos alguna concentración de sonoras ranas en el camino.
Tras caminar unos metros y alejarnos del campamento, vimos como la obscuridad devoraba la luz circundante dejándonos en los caminos, solos en la negrura.
Un tramo mas adelante empezamos a escuchar que si bien caminábamos por los caminos que bordean la selva y colindan con los territorios colonizados por el hombre, la fuerza vital de la selva impregna estas líneas fronterizas también, pues a diferencia de otros caminos largos y de inmensa obscuridad, en estos no reinaba un silencio, sino una cacofonía que enfermaría a cualquiera lo suficientemente impresionable, los grandes árboles que rodeaban el camino y hacían al viajero sombra en el camino, ahora eran morada de socarrones y ruidosos espíritus de la selva.
Algunos de estos espíritus en forma de batracios pequeños inundaban con su canto, nuestros oídos.
Con una habilidad natural propia de un naturalista como lo es el Sr Jiménez, no tardó en percibir la dirección y mencionarme que tipo de rana emitía el tan extraño canto, de inmediato me guío por el camino y topó rápido al diminuto poiquilotermo vertebrado, lo alumbre con la luz de mis lámparas y vi uno de los probablemente miles de aquellos endiabladamente ruidosos batracios.
Proseguimos nuestro paso por el camino, el Sr Jiménez se regodeaba ante las buenas posibilidades de encontrar el animal que buscaba, pues nos pareció escuchar su voz.
Digo, nos pareció porque el Sr Jiménez previamente me había instruido a reconocer la voz de aquel batracio, y para ese efecto me puso una grabación.
Definiría aquel sonido como un gorjeo agudo que se dilata un poco a media nota y luego se arrastra, pero es mas complicado de expresar dicho sonido con solo simples palabras, al menos lo es para un hombre de mi talento en lo que a ello refiere.
Durante el trayecto entre las sombras se escuchaba el aleteo de murciélagos, e incluso llegue a dar algunas alumbradas hacia las copas para ver como las ágiles sombras voladoras se desvanecían por su veloz paso, aunque seria mejor decir vuelo.
Tardamos un rato antes de siquiera llegar al camino que lleva al pueblo de Balsapo, lugar que casi a las puertas tiene el puente, destino de nuestra nocturna caminata.
En ese instante mientras avanzábamos, notamos una ligera sombra que avanzaba ligera e inclinándose hacia los lados.
En ese momento el pulso se me aceleró, pues debía estar listo ante cualquier posibilidad.
Al acercarse a nosotros y alumbrarlo con nuestras lámparas vimos a un hombre posiblemente borracho que parecía regresaba a su pueblo por el camino que nosotros íbamos, aún asi lo mas extraño es que este hombre avanzaba seguro entre la negrura de la noche sin una lámpara que lo delatara.
-Buenas noches-
Fue nuestro saludo, pues habitual y de buena educación en la zona hacer un saludo a cualquier caminante.
Pasando de largo aquel sujeto, solo hizo que mi preocupación sobre sus intenciones se acrecentara.
A pesar de ser nosotros dos caballeros con herramientas, capaces de defendernos, por lo menos por mi cabeza paso el respeto (y temor) que se le tiene a las armas de fuego, que hacen que ni el número, ni nuestras fuerzas, ni nuestra habilidad valga de mucho en largas distancias, para el caso de una pistola un par de metros es ya demasiado lejos de la seguridad y demasiado cerca del diablo.
Entonces aquel sujeto a quien no habíamos acabado de seguir alumbrando mientras no sabíamos si adelantar o en preciso cómo tratar.
Voltea.
-Acaban de matar a dos en la rejilla (así le llaman los lugareños al puente que justamente era nuestro destino), yo no iría hacia allá-
Dijo con una voz ligeramente arrastrada, mientras regresaba a sus pasos y se perdía en la obscuridad.
¡¿Qué hacer?!
¡¿Era juzgar como prudente su afirmación?!
Haciendo memoria el Sr Jiménez argumentando el consejo de su santa abuela, prefirió que nos regresáramos y esperáramos a otra noche.
Considerando la advertencia del extraño sujeto, regresamos por donde vinimos, no sin antes ver como se detenía a un costado del camino y se acostaba entre la maleza.
No teníamos idea de cómo juzgar sus actos,
¿Se escondía de nosotros o de algo más?
Preguntarle por más detalles tampoco parecía una opción pues el camino no lucia seguro con semejantes noticias en el aire.
Apretamos el paso y nos decidimos a regresar cuanto antes posible.
Nuestro paso era veloz como nuestros corazones.
La previsión ha ayudado a muchos a evitar una muerte prematura.
Después de un rato nos dimos cuenta que en la espesura de la noche había una presencia más.
Apretamos más aún el paso para alejarnos de aquello, mientras repentinos aullidos y gritos enfermos y socarrones se acercaban.
¡Era obvio!
Aquel sujeto nos estaba siguiendo.
Cierta o no, su información sólo podía indicar que o él conocía a los asesinos, o él era uno de ellos, o incluso había aprovechado nuestra ignorancia de los haberes de Balsapo para hacernos huir.
El hecho es que cada paso dado hacia delante se estaba más cerca del campamento y de la seguridad.
Sus aullidos y berreos confundían nuestra mente, ¿Sólo era un borracho dispuesto a darnos un susto?, ¿quería él matarnos y esa locura suya era parte de un ritual de asesinato?, lo que sea que tuviera en mente, un hombre que caminaba tranquilo por la noche sin luz, seguro estaba loco.
Sinceramente tenia miedo, pues no me importaría pelear con él, mi bastón y mi machete eran de confiar, pero mi cuerpo como el de cualquier otro fenece ante el fuego de una pistola.
¡Rápido!, haciendo vistas hacia atrás en el camino.
Y no obstante, no podíamos ver más que la obscuridad pero sin dejar de escuchar aquellos gritos y aullidos de endemoniado.
Pronto pudimos tras un pequeño haz de luz incidido hacia delante, ver que el camino de terracería, que indicaba nuestra proximidad al campamento; ¡y sus luces y su gente!
-¡Voltéense hijos de la chingada!-
Dijo con un grito profundo y feroz.
Dado mi agudo oído no pude sino obedecer tal orden, pues note que estaba muy cerca, y entre sus mañas se encontraba la emboscada pues a pesar de nuestras vistas hacia atrás había logrado acercarse sin que lo notáramos.
Al voltear vi que mi amigo el Sr Jiménez hacia lo mismo solo que un poco mas de un metro atrás de mi, en sentido de dirección hacia el campamento.
-¡Alúmbrenme y vean lo que traigo!-
Gruño del mismo modo
-¡Trae un rifle!-
Dijo en un grito ahogado el Sr Jiménez.
“¡Un rifle!”, dije para mi. ¡Je! ¿Qué se supone haga contra un rifle?, ¡a esta distancia!, calculo que se hallaba como a 30 metros de nosotros.
No podíamos hacer nada sino como el asaltante dijo, “¡tiren sus cosas y póngalas en el suelo, den media vuelta y avancen!”
Con las manos arriba y una linterna escondida, gracias a mi previsión, tome con calma el suceso, ya no había mucho que hacer sino tomar la oportunidad y salvar nuestras vidas.
Avanzamos en silencio y a oscuras unos metros cuando el azar dispuso enfrente de nosotros un transporte rural, lo tome con una emoción apagada y sin duda lo aprovecharía para avanzar rápido y huir hacia la seguridad pues seguro que el asaltante nos quitaría la atención.
-¡Ayuda!-
Dijo en tono de angustia el Sr Jiménez.
Sin duda solo hice un gesto de levantar mis manos para evitar una mala interpretación por parte de los viajeros al ver dos sujetos emerger entre la noche.
Aprovechando que se detiene el transporte, el Sr Jiménez en un honesto despliegue de temor, decide acercarse a la puerta del vehiculo.
Entonces un sonoro disparo se oyó al fondo y el piloto del vehiculo, raudo, huyó.
Pero con el se ¡había llevado arrastrando a mi amigo!
De inmediato note que el Sr Jiménez para evitar ser arrastrado se había colgado a la portezuela y ahora era la obscuridad la que lo tragaba a él.
-¡Diego!-
Grite impotente, y confundido, el nombre de pila de mi amigo, el Sr Jiménez.
En la obscuridad, por un instante, me quede sólo y atónito, había un hombre armado en la obscuridad, mi amigo había cometido una tontería y yo no podía hacer mucho.
¡No podía quedarme ahí!
Decidí caminar rápido y aprovechar el incidente que seguro había confundido al asaltante y tras un breve avanzar mío, me dispuse a correr, si bien las vívoreras (un equipo que llevaba encima para protegernos de las posibles mordidas venenosas de pequeñas serpientes que incluso se tornan invisibles a veces incluso al observador experimentado, gracias a su camuflaje)
Me protegían los pies, me estorbaban para correr, pero no podía quedarme quieto en la noche y traté de correr con ellas encima, corrí hasta que vi una luz proveniente del camino, a razón de eso, vi que ¡necesitaba correr más!
¡Tenia que llegar rápido al campamento y solicitar ayuda, debía volver por mi amigo!
No obstante mi pesado cuerpo no es dado a la velocidad.
La luz se acercaba por el camino.
¡Corría y corría!
De pronto vi que ya era inevitable, ¡no llegaría ni al campamento ni a la selva para esconderme!
Entonces hizo su paso otro automotor, y se alejó.
¡!
Espero que eso haya retrasado aún más al asaltante, debió buscar resguardo ante otro posible testigo.
No podía seguir ahí y redoble mis ya de por sí redoblados esfuerzos.
Al llegar al perímetro del campamento, vi que las vallas de seguridad estaban puestas dada la hora de la noche.
Entonces pensando en mi amigo y en su muy sagrada (para él) hija me quite las vívoreras y decídime por brincar el cerco.
Con un esfuerzo pero una decisión, logre cruzar el alto cercado, y al llegar de nuevo al suelo, corrí.
Corrí.
- ¡Dr Derkk Köln! -
Jamás lo había visto con tanta felicidad y jamás volví a verlo tampoco con la misma felicidad.
Respirando hondo, le dije
-Nos han asaltado, ¡mi amigo esta en el camino aún!-
-¡vamos busque a los veladores!-
Continúe
Mientras el Dr atendía a semejante sorpresa, decidí ver si una de las comodidades del campamento realmente funcionaba.
Me propuse telefonear al Sheriff de la región.
Pero todas mis llamadas resultaron inútiles.
Me obligaba a buscar algún apoyo y regresar por mi amigo.
De repente escuche la voz lastimera de mi amigo, en un grito alarmado, con calma y asegurándome de que no hubiera caído como rehén del asaltante, corrí a ayudarle.
Mientras lo vi, su figura estaba bañada en sangre y vestida en jirones de ropa.
¡Había regresado desde allá, en la obscuridad y herido hasta acá!
- Calma Sr Jiménez, la alarma se ha corrido y pronto nos moveremos hacia Katemam-acko, para que atiendan sus heridas-
Le dije para tratar de calmar su semblante alterado.
-¡Necesito un hospital!-
Dijo con desesperación.
- Tengo una herida en la cabeza –
Al revisarle, note una herida entre el occipital y el parietal.
La herida era profunda y sangraba profusamente.
Pronto el Dr Derkk apareció de nuevo y dispuso de su automotor para nuestra movilización.
Estábamos por Salir cuando a lo lejos en la susurrante obscuridad se escuchaba el griterío enfermo de aquel loco.
Al salir la obscuridad, inmutable nos recibió y emprendimos pronto viaje a Katemam-acko.
- ya vamos, ¡resiste!-
Le dije al Sr Jiménez mientras su semblante menguaba y continuaba sangrando…

(Continuará)

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