28.7.09

Y más cuentos desde la selva (continuación 7)

Parte octava

Esa misma noche si no mal tuve a recordar, llegó un grupo de tres varones al campamento, seguramente biologistas, si bien por la fisonomía y habla a dos de estos se les identificaba como personas propias del país o cuando menos en lo que pudiera considerarse como una sorpresa serian personas provenientes de los países sureños de América, sin llegar claro al verdadero extremo como serian los claramente identificables argentinos y sus modos exagerados, o los modosos y de ininteligible habla, chilenos.
Por otro lado era obvio que hablaban español entre ellos, por lo que quedaba descartada la nacionalidad correspondiente a las tierras del Brasil.
El tercero de ellos, era obviamente un hombre de origen asiático, sospechosamente chino por su rostro, pues a diferencia de antiguas ideas occidentales, no todos los asiáticos son iguales, pero sí todos los chinos...
El progreso de mi amigo el sr Jiménez, estaba dándole bastante trabajo estadístico y de análisis numérico, cosa que entre aún su necesaria recuperación, habían hecho que tuviéramos algo similar a una rutina, empezaba en las mañanas, a veces nos levantábamos y mientras es andorreaba por las cercanías del campamento yo me limitaba a enjuagarme la boca y el rostro, luego me dedicaba un momento a rascar mi piel que siempre ha sido propensa a la rasquiña.
Después de algún desayuno propenso a repetir las frutas en el siguiente orden: Piña seca, piña pasada, papaya (a la cual nunca he tomado el buen gusto), papaya, piña en cualquier de las dos formas previamente mencionadas, piña seca, papaya y de nuevo piña seca, seguida por la que comienza a corromperse...
Ya en sí el desayuno podía incluir, a saber: huevos revueltos con surtido de ingredientes; huevos revueltos con jitomate; tortillas enrolladas aderezadas con mayonesa; panqueques.
En ocasiones evitaba algo de eso y añadía a mi menú pan tostado y té (que por una ininteligible fortuna poseíamos)
Después de eso podían pasar varias cosas, la principal era retozar un poco y movilizarnos para tomar las medidas de donde se capturaron las preciadas ranas, de vez en vez a parte de mi compañía, apoyaba a mi camarada con alguna asistencia para sus mediciones, y cuando no, andaba por las cercanías tomando fotogramas.
Cuando terminábamos, nos regresábamos al campamento, momentos en los cuales aprovechaba para echar siesta, o leer libros e incluso algo de correo, el cual de vez en vez nos llegaba.
Al llegar la tarde nos preparábamos para la comida, en especial yo que temía las ingratas sorpresas del menú.
Al continuar y tras dedicarnos a alguna ociosidad, trabajábamos hasta la noche, para llegar puntuales a la cena y a la brevedad ir a buscar ranas con el consecuente estrés que eso me provocaba.
Al regresar, nos disponíamos a hacer algún ejercicio para mantener condición, tras ello un merecido baño y luego nos dedicábamos a tener platicas en la noche, hablando de todo lo que recordáramos, animales, ciencia, nuestras vidas, el deseo de mi amigo por ver de nuevo a su familia, y yo deseando comer un sándwich y una soda.
Después de un rato decidíamos dormir y así comenzaba de nuevo nuestra rutina.
En ocasiones alguna cosa ocurría como los extraños ruidos de la selva, lo cual añadia un halo de misterio a la selva profunda.
En otras, realmente una ocurrían cosas como que alguna chinche gigante como una buena parte de los invertebrados del lugar, nos atacó.
Estábamos preparándonos para hacer sueño, dormitando y acomodándonos, cuando de repente mi amigo prendió la luz y ¡ahí estaba!
Esa gran chinche, en su cama, presta a succionarle la sangre, naturalmente la chinche no sabia como reaccionar a que la hubieran detectado, ante lo cual se mostró agresiva y de un tremendo salto se le abalanzo a mi amigo, yo con brevedad saque un cuchillo de la cajonera y se lo lance al Sr Jiménez, pues confiaba más en sus habilidades para defenderse con tal arma.
Tras forcejear un poco, logro quitarse a la monstruosa chiche.
Una vez lejos de mi amigo, decidí apalearla, y con un golpe la mande a volar, no obstante la chinche no parecía ni debilitada por el combate ni aquel golpe, de inmediato abalanzó de nuevo y la repelí con otro certero golpe de mi vara.
Entonces en el suelo, el Sr Jiménez con un rápido movimiento se le acerco y con jeringa en mano le relleno la cabeza con xilocaína, para sedarla.
Tras un breve forcejeo y otra abundante inyección, hasta que el animal vomito la solución por exceso de esta, dejo de patalear y murió.
Esa extravagante maniobra del Sr Jiménez reflejaba tanto sus intereses y curiosidades de biologista como su talento y conocimientos amplios entre los suyos, pues decidió hacerle una prospección anatómica y una disección a semejante animal, sólo por satisfacer sus curiosidades científicas.
Con excepción de esa aventura contra la hematófaga chinche. Solíamos dormir bien, no obstante, a veces mientras el Sr Jiménez ejecutaba su rutina, me veía tentado a hacer gracia de mis recientes tratos con los diversos biologistas que habitaban el campamento, por lo que aprovechaba a veces ese tiempo para salir con estas ilustres personalidades.
Uno de esos días y mi primera aventura sin la compañía de mi amigo el Sr Jiménez fue acompañando a un grupito previamente formado que constaba de las aspirantes al rimbombante grado de maestría en alguna de las áreas de las ciencias biológicas, que eran precisamente las señoritas Annete, y Crystal, que a su vez conformaron un equipo de trabajo con el Dr Derkk y el incansable Omar Suárez.
Para llegar a su área de trabajo que por motivos desconocidos para mí, aunque quiero creer que es coincidencia, en dicha área colindaban sus distintos intereses y como iba diciendo, para movilizarse tal equipo de trabajo hacia uso de un automotor, de esos que se anuncian bajo la promesa de que duran trabajando duro y hacen hasta lo que uno no imagina.
Nos acomodamos en la camioneta, dada mi posición en su selecto grupo, me toco ir en la zona de carga, pero la verdad agradecía tal trato pues sólo quería acompañarles y ver que aventuras podían vivir y de paso aprender algo de sus habilidades.
Primero en la ruta era llegar a una loma a varios kilómetros del campamento y más allá había un parche de selva, denominado así por ser un pobre fragmento aislado, una isla rodeada de pasto y vacas.
Tras subir algunos metros, la estudiosa de los pastos, Crystal, bajó del vehículo y siguió a pie, hasta su área de trabajo a algunos metros de ahí.
Más tarde cuando se llegó al fragmento de selva, bajaron Annete y Omar, con quienes decidí explorar lo que quedaba de esa selva.
En lo que respecta al Dr Derkk, quien trabajaba en las cercanías, aparco su automotor por ahí y se dispuso a ver sus abejas.
El trabajo de Omar era hacer un sondeo sobre los tipos de mamíferos roedores presentes en el área, y el trabajo de Annete era asistirle y aprender las técnicas usadas por el tal Omar.
El trabajo consistía en depositar trampas para que las incautas ratas y similares cayeran en estas y se les confinara ahí hasta la mañana siguiente en la que las sacaban para marcarlas, pesarlas e identificarlas, más tarde se les ponía en libertad a condición de tres cosas, a saber la primera es que no sean algún espécimen raro cuyo posterior tratamiento científico, sea dudoso y en manos de un investigador que haya solicitado al buen Omar la captura de alguno de estos animalillos, la segunda es que la trampa por la codicia y curiosidad de los lugareños que usaban el tramo de selva como paso, no haya sido robada, con todo y ratón; y tercera, que no haya muerto el animalillo, presa de las carniceras hormigas marabuntas, en una brutal carnicería de la que en otras condiciones hubiera podido escapar, cabe mencionar que el restante cadáver no sirve de nada a la ciencia porque al no poseer la totalidad de su carne, no se le puede pesar, incluso sexar y otros necesarios etcéteras.
Mientras ellos se dedicaban a estudiar sus roedores y poner cebo para ver que caía para la mañana siguiente, yo me dedicaba a la ejecución de fotogramas, algunos no muy interesantes porque al parecer la selva sin sus grandes extensiones se vuelve “débil” y las especies que puede mantener son pocas y pequeñas.
Tras una hora y fracción, terminamos el breve sondeo, pues el fragmento de selva no era muy grande.
Después de eso regresamos a buscar el aparcado automotor y de paso esperar a Derkk y a los demás, en cuanto llegamos, fuimos sorprendidos por la confianza del Dr Derkk y dejar el automotor con las ventanillas abajo y la llave de encendido puesta, sin duda en un país como desafortunadamente es el mío, eso se considera una estupidez.
Después de tomar platica con Omar y Annete, llegó el buen Derkk y movió el automotor hasta el punto en donde esperaríamos a la Señorita Crystal.
Donde estuvimos esperando otra hora, viendo pasar los halconcillos y de vez en vez peleando con algunas hormigas, principalmente el buen Omar y Annete quienes decidieron echar siesta a la sombra de un árbol, yo por mi parte, me subí al techo del vehículo y veía los montes.
Al llegar la esperada Crystal, nos pusimos en marcha de nuevo.
Llegamos a tiempo para la comida y continúe mi día.
En otra de esas salidas, hice mejores amistades con el grupo que había llegado hace poco, para empezar anotare que estos sujetos son entomologistas y sus estudios son sobre insectos, en lo peculiar y curioso del supremo Dr Dimitri y su alumno Quanyang, quienes estudian chinches.
Por otro lado Alfonso León, el tercero del grupo y un viejo conocido del Sr Jiménez, de sus tiempos preparatorianos, quien estaba recolectando casi cualquier artrópodo para la colección de su escuela.
En esa ocasión, decidimos ir a la selva de las periferias del campamento, tras pasar la hora de la comida.
En esta ocasión considere no necesarios mis protectores contra mordidas de serpiente pues llevaba rato sin que realmente les viera utilidad, ni mi vara que en igual modo sólo resultaba útil como arma contra chinches gigantes.
Solamente lleve mi cámara y algo de agua.
Primero nos internamos un poco en la selva, hacia el este, buscando chinches, pero parece que también el extraño clima de los últimos días, que incluían un retraso en las lluvias, les era desfavorable.
Encontramos algunos centípodos y unas chinches escatófagas.
Después hacia el sur, tuvimos que pasar un río, bastante seco e internarnos en linderos de la selva por los que no se había pasado en años, culpa mía por recomendar pasar por ahí, puesto que tenia curiosidad de fisgonear esa zona.
Tras avanzar un poco note que el paso era muy difícil pues el camino ascendía por una empinada, pero no se podía apreciar bien el camino pues la maleza lo cubría todo.
En una de esas tuve a mal a chocar con una planta de aquellas que se asocian con hormigas para que estas les protejan como feroces perros de guardia.
Note en el acto que había chocado con la planta pues ya tenia bien identificada a la misma por sus hojas y espinas, y aún cuando me aparte prontamente ya tenia encima de mí una de esas fieras hormigas, pronto la quite de mi mano y vi como se acercaban otras feroces bestiezuelas, tuve que huir rápido, pero salí sano e ileso.
Durante el camino platique un poco con el Sr León, otro tanto aunque con pobres resultados con el aspirante a doctorado Quangyang, y más profusamente con el supremo Dr Dimitri, en quién los cargos y grados no habían inflado el ego, una característica poco común entre los biologistas y hombres de ciencia en general.
Anotaré que el gran Dr Dimitri, y no digo en vano el gran pues había superado incluso el nivel de docto, además de su sencillez es un hombre agradable y muy conocedor de los ardides de las ciencias biológicas, presto a escuchar y deseoso de explicar con términos sencillos, sus conocimientos.
Al avanzar unos cientos de metros, noté a lo lejos, gracias a mis hábiles ojos, el contoneo de una juguetona ardilla de selva, con una señal hice el alto al grupo e intenté acercarme lo suficiente pues no considere (por error) llevar un lente para semejantes tomas a distancia, pero después de unos metros vio a uno de mis amigos y hecho a huir, proseguimos, viendo chinches (pero no las que realmente buscaban mis nuevos amigos) y mariposas, bellas mariposas de colores pardos o azules, verdes o grises, ¡mariposas!
Estábamos en la contemplativa cuando mi ojo reacciono a lo que ninguno de mis compañeros había visto al pasar.
¡Una boa gigante!
Primero los alerte y ya que estaba por ahí, decidí fotografiar a tan monstruoso animal, con la precaución de no asustarla o agredirla.
Pero no contaba, con que alguno de mis acompañantes haciendo uso de una de sus camaras de bolsillo, le disparara un destello.
Con esto, el monstruoso animal que seguramente podía engullir un caballo, se enfureció y emergiendo de su escondite, ¡levanto hojas y quebró ramas!
¡Su grosor competía con el de algunos árboles!
Con ferocidad se lanzó al grupo y salimos de su rango por simple suerte.
Sin armas ni nada que aventar.
¿qué podría yo hacer?
Quangyang, le lanzó una rama pero simplemente no pareció afectarle, pues su rabia ni aumentó ni se vio disminuida.
Por mi parte, hice lo único que se me ocurrió, activar el flash de mi cámara y dispararle de nuevo.
Con cada disparo el animal enfurecía y embrutecía más, pues si bien no dependen completamente de su vista, el deslumbramiento, le causaba confusión por lo que termino estampándose contra un árbol y tras unos intentos torpes de engullirme, decidió huir de la fuente de sus deslumbramientos.
Después de ese peligroso pero afortunado encuentro, decidimos regresar.
Para cuando regresé, el Sr Jiménez se había despertado de su siesta (que tomo antes y durante mi salida) y se disponía a revisar el correo.
Yo por mi parte, en la noche le conté a detalle mis aventuras de ese día.
El por su parte me platicó que pronto llegaría el Dr Viktor Von Kingherräd a revisar los progresos de mi amigo...

(Continuara)

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