25.5.11

-Epitafio a una entrada de Blog malograda-

Hay escritos que honestamente no valen la pena, hay desgracias que no merecen ser conocidas. La autocensura debería ser más practicada y nos ahorraríamos más líneas ociosas, fotos estúpidas y poemas insípidos; disfrutaríamos la vida sin canciones mal hechas, sin pretensiones idiotas.
Lo único realmente memorable y loable de todo esto, es que entre tantas personas clamando y haciéndose querer notar, algo realmente bueno ha de surgir, algo que quiera hacerse notar entre las multitudes de ególatras insatisfechos.
No necesariamente es mejor, pero si más interesante.

-Chars-

15.5.11

Koneko (a Mirsha 1990-2011)



11 de abril...
Cuando recibí la noticia, la tome con la naturalidad que otorga la paz, la debilidad y la desgracia circundante, no había tenido el gusto de dejar mis asuntos “atendidos”, todo había sido repentino.
Honestamente uno da las cosas por hecho.
Qué bueno sería que la vida terminara antes de que llegara la muerte –me parafraseo al Bioy Casares; siempre lo hago-.
-¿Se murió verdad?- le digo a mi madre.
- sí- me responde mi madre con un aire de ligera sorpresa, aunque en el fondo, a nadie sorprende la noticia.
Todos esperaban que te fueras.
Diario me hacía a la idea de que un día despertaría y tendría tu cuerpecito entre mis pies, cobijado y en la postura de aquel último sueño.
Pero cada día , mientras estabas, me alegraba al verte, sentía la maravilla de saber que seguías, que tu mirada aunque opacada por los años, aún reconocía en mí a alguien que te quiere mucho. Me lo hacías saber, pues me despertabas temprano para darte de comer, me seguías toda la casa hasta que al final desayunabas, de todos en la casa –aunque no éramos muchos - era yo al único al que visitabas de noche, a veces para pedir comida y otras para dejarte arrullar en caricias.
Eras mi último eslabón en esta tierra, ahora mis días son terribles, una realidad azotada por la sombra frágil y enfermiza que proyectan los fantasmas.
Soy frágil, y por cada día que disfrute, que camine feliz escuchando música o que salude a un viejo conocido, tendré un instante en que uno de ustedes aparezca y entonces termine melancólico y recuerde mi soledad.
Uno queda marcado por las cicatrices del recuerdo, más de los dulces y por la amarga añoranza que arrastran.
La noche anterior te soñé, entre imágenes vaporosas y delirios, soñé tu cara ronroneándome, soñé el toque de tu nariz fría, soñé tus bigotes, soñé que me despertabas…
Desesperadamente quise tocarte, pero estaba inmóvil, los delirios en el hospital son terribles.
Soné contigo y cuando desperté me sentí agitado. La mañana siguiente entre las variedades me avisaron de que había una mala noticia, sólo lo sentí y dije que habías muerto.
La distancia era avasalladora, habías muerto en la noche, escondida bajo la cama.
¿Cuál habrá sido tu último sueño?
¿Me habrás extrañado un poco?
¿Sufriste aquella última noche?
¿Te fuiste en un sueño dulce?
No pude ni abrazarte por última vez, te extrañe mientras me recuperaba, me preocupara por quien te daría de comer, y al final ya no habría de que preocuparse.
No hubo entierro ni el luto debido, tarde dos días más en llegar…


koneko significa gatito…



La maravillosa promesa que es la vida es una tragedia.
Todos los seres de esta tierra la recibieron sin pedirla, y cuando perecen, difícilmente hacen un recuento justo; si valió la pena o sólo fue una tragedia más, de esas que se anotan en ningún inventario y no vale la pena ser relatadas.
Algunas vidas son muy trágicas y hubiera sido mejor que no las hayan vivido.
Imagino la esperanza que da la primera luz que ven muchos de los que llegamos a este mundo.
El primer aliento, y los primeros instantes de cada ser vivo de esta tierra. Hay una gran promesa y una gran esperanza en cada uno que llega a vivir.
Cada individuo es importante para su especie, aún en los seres coloniales cada organismo cumple una función, aún cuando sean reemplazables, aún cuando su futuro no exista como individuos, la promesa y la esperanza recaen en ellos.
“La tierra entera ha de trabajar para dar nacimiento a la más pequeña flor” – parafraseando a Wilde; siempre lo hago-
No obstante la promesa es cruel, pues el destino que nos aguarda es la muerte, somos sólo un sueño entre sueños.
Si el universo mismo no permitiera la belleza, si no existiera tal paradoja, la vida no tendría sentido.
Hay físicos quienes aseguran que la vida es el resultado de simples interacciones, que no somos más que máquinas desamparadas a las leyes inmutables de un universo impiadoso; maravillosamente aún ellos dudan de esto en sus días más felices.
Nos mantiene una infame esperanza, que el misticismo de este universo avala.
Es quizás esta mínima promesa, la que nos hace seguir cada día, la que impulsa el latir de cada corazón en esta tierra, cada célula, cada grupo de organismos, todos, avanzan y se dedican a vivir del mejor modo que pueden, aún cuando la miseria lo rodea todo, no hay razón de ser para nadie, el fin mismo de la vida parece ser esta misma.


¿Qué es un gato?
Lo definimos como un animal cuadrúpedo; carnívoro; de talla pequeña; digitígrado; con garras retráctiles; de hábitos nocturnos; perteneciente a la familia Felidae, grupo de mamíferos placentados, todos cazadores (en mayor o menor medida, pues nunca es despreciable algo de carroña o el gusto por el hurto de una presa recién abatida por esfuerzos ajenos); en un término más adecuado, se dice que todos son exclusivamente carnívoros.
Se le denomina Felis silvestris catus, se le trata como animal domestico, que no domesticado. Antiguamente se aprovechó su existencia para cazar pequeñas plagas de roedores que eran afines a los almacenes humanos, para granos y otros alimentos. El gato vio en esto una oportunidad; en la capacidad del hombre para sentirse dueño de las cosas y los seres, por lo que pronto logró adecuarse como receptor de atenciones –a veces negativas- que en general le permitieron convivir con el hombre. El poco dominio del hombre sobre esta especie, se observa en la poca variedad real de razas y morfotipos, pues los gatos tienen por naturaleza más volición que el resto de los animales domésticos, permitiéndose cambiar de lugar cuando sus necesidades no eran lo suficientemente bien satisfechas.
Símbolo de misticismo; de magias babilónicas y proverbiales alabanzas tebanas; de brujería infame; insondable vigía; portador de la tragedia; en el gato subyace el sello de la solitud con esperanza, se basta en su soledad, no obstante parece inimaginable una humanidad sin gatos.
El gato es la ambivalencia de lo que es sagrado y trágicamente impuro, quizás por ello se les asocia como compañía de las mujeres; quienes tristemente han sido tratadas del mismo modo, como si debiesen compartir el mismo destino.
El gato también es el compañero, del hombre solitario, del intelectual, del poeta y del hombre místico; aunque muchos negarán que el gato llegue a creer que somos sus iguales.
Es difícil concebir la imagen de un hombre que no sea lacónico y de carácter o bien sobrio; o por el contrario un extravagante, que se anime a poseer un gato.
En el gato no hay promesa para el hombre, como con el amor, al gato se le disfruta por su ser, no necesita compensar con obediencia y arrojo desinteresado, como el cariño basado en la utilidad que se le da al perro.
El gato no quita ni ofrece, sólo es, donde pueda estar -a gusto-.
Existe una complicidad y una cercanía sobrenatural entre el gato y el hombre.
El gato es un ser de estampa memorable, es esfinge, y como la misma sólo con su presencia basta, en el silencio y la calma de su existencia se siente el paso de los fantasmas agotados; de las leyendas marchitas, que en permanente deterioro son inextinguibles; hay serenidad majestuosa y una lánguida presencia. El gato es espectro terrible, intangible y no obstante notorio.
No se posee un gato, se vive con él.
Se disfruta, se ama y se mima, se le es devoto y  a su capricho este aceptará o buscará la atención. El gato es divino, es el resquicio de naturaleza, sobradas son las referencias a sus titánicos primos de sábanas y selvas. Símbolo de inocencia y de salvajismo natural que combina con nuestras esteras, que duerme en nuestros sillones y desprecia nuestros retratos, para él, nuestras mojigaterías son perdonables mientras les alimentemos, es obvio porque Churchill los detestaba, y es esta combinación de capricho la que enamora, en el instante que pudiendo ser tan frívolos y miserables, se acercan a nuestro regazo, toman un lugar y nos dan delicadas lamidas cariñosas; somos para el gato un cariño entonces, somos dignos de atención, les causamos emoción. Y quizás después de todo, sientan algún amor distinto del propio, en ese corazón de esfinge.

A Mirsha (1990-2011) con inolvidable cariño y gran amor.