28.7.09

Y más cuentos desde la selva (continuación 7)

Parte octava

Esa misma noche si no mal tuve a recordar, llegó un grupo de tres varones al campamento, seguramente biologistas, si bien por la fisonomía y habla a dos de estos se les identificaba como personas propias del país o cuando menos en lo que pudiera considerarse como una sorpresa serian personas provenientes de los países sureños de América, sin llegar claro al verdadero extremo como serian los claramente identificables argentinos y sus modos exagerados, o los modosos y de ininteligible habla, chilenos.
Por otro lado era obvio que hablaban español entre ellos, por lo que quedaba descartada la nacionalidad correspondiente a las tierras del Brasil.
El tercero de ellos, era obviamente un hombre de origen asiático, sospechosamente chino por su rostro, pues a diferencia de antiguas ideas occidentales, no todos los asiáticos son iguales, pero sí todos los chinos...
El progreso de mi amigo el sr Jiménez, estaba dándole bastante trabajo estadístico y de análisis numérico, cosa que entre aún su necesaria recuperación, habían hecho que tuviéramos algo similar a una rutina, empezaba en las mañanas, a veces nos levantábamos y mientras es andorreaba por las cercanías del campamento yo me limitaba a enjuagarme la boca y el rostro, luego me dedicaba un momento a rascar mi piel que siempre ha sido propensa a la rasquiña.
Después de algún desayuno propenso a repetir las frutas en el siguiente orden: Piña seca, piña pasada, papaya (a la cual nunca he tomado el buen gusto), papaya, piña en cualquier de las dos formas previamente mencionadas, piña seca, papaya y de nuevo piña seca, seguida por la que comienza a corromperse...
Ya en sí el desayuno podía incluir, a saber: huevos revueltos con surtido de ingredientes; huevos revueltos con jitomate; tortillas enrolladas aderezadas con mayonesa; panqueques.
En ocasiones evitaba algo de eso y añadía a mi menú pan tostado y té (que por una ininteligible fortuna poseíamos)
Después de eso podían pasar varias cosas, la principal era retozar un poco y movilizarnos para tomar las medidas de donde se capturaron las preciadas ranas, de vez en vez a parte de mi compañía, apoyaba a mi camarada con alguna asistencia para sus mediciones, y cuando no, andaba por las cercanías tomando fotogramas.
Cuando terminábamos, nos regresábamos al campamento, momentos en los cuales aprovechaba para echar siesta, o leer libros e incluso algo de correo, el cual de vez en vez nos llegaba.
Al llegar la tarde nos preparábamos para la comida, en especial yo que temía las ingratas sorpresas del menú.
Al continuar y tras dedicarnos a alguna ociosidad, trabajábamos hasta la noche, para llegar puntuales a la cena y a la brevedad ir a buscar ranas con el consecuente estrés que eso me provocaba.
Al regresar, nos disponíamos a hacer algún ejercicio para mantener condición, tras ello un merecido baño y luego nos dedicábamos a tener platicas en la noche, hablando de todo lo que recordáramos, animales, ciencia, nuestras vidas, el deseo de mi amigo por ver de nuevo a su familia, y yo deseando comer un sándwich y una soda.
Después de un rato decidíamos dormir y así comenzaba de nuevo nuestra rutina.
En ocasiones alguna cosa ocurría como los extraños ruidos de la selva, lo cual añadia un halo de misterio a la selva profunda.
En otras, realmente una ocurrían cosas como que alguna chinche gigante como una buena parte de los invertebrados del lugar, nos atacó.
Estábamos preparándonos para hacer sueño, dormitando y acomodándonos, cuando de repente mi amigo prendió la luz y ¡ahí estaba!
Esa gran chinche, en su cama, presta a succionarle la sangre, naturalmente la chinche no sabia como reaccionar a que la hubieran detectado, ante lo cual se mostró agresiva y de un tremendo salto se le abalanzo a mi amigo, yo con brevedad saque un cuchillo de la cajonera y se lo lance al Sr Jiménez, pues confiaba más en sus habilidades para defenderse con tal arma.
Tras forcejear un poco, logro quitarse a la monstruosa chiche.
Una vez lejos de mi amigo, decidí apalearla, y con un golpe la mande a volar, no obstante la chinche no parecía ni debilitada por el combate ni aquel golpe, de inmediato abalanzó de nuevo y la repelí con otro certero golpe de mi vara.
Entonces en el suelo, el Sr Jiménez con un rápido movimiento se le acerco y con jeringa en mano le relleno la cabeza con xilocaína, para sedarla.
Tras un breve forcejeo y otra abundante inyección, hasta que el animal vomito la solución por exceso de esta, dejo de patalear y murió.
Esa extravagante maniobra del Sr Jiménez reflejaba tanto sus intereses y curiosidades de biologista como su talento y conocimientos amplios entre los suyos, pues decidió hacerle una prospección anatómica y una disección a semejante animal, sólo por satisfacer sus curiosidades científicas.
Con excepción de esa aventura contra la hematófaga chinche. Solíamos dormir bien, no obstante, a veces mientras el Sr Jiménez ejecutaba su rutina, me veía tentado a hacer gracia de mis recientes tratos con los diversos biologistas que habitaban el campamento, por lo que aprovechaba a veces ese tiempo para salir con estas ilustres personalidades.
Uno de esos días y mi primera aventura sin la compañía de mi amigo el Sr Jiménez fue acompañando a un grupito previamente formado que constaba de las aspirantes al rimbombante grado de maestría en alguna de las áreas de las ciencias biológicas, que eran precisamente las señoritas Annete, y Crystal, que a su vez conformaron un equipo de trabajo con el Dr Derkk y el incansable Omar Suárez.
Para llegar a su área de trabajo que por motivos desconocidos para mí, aunque quiero creer que es coincidencia, en dicha área colindaban sus distintos intereses y como iba diciendo, para movilizarse tal equipo de trabajo hacia uso de un automotor, de esos que se anuncian bajo la promesa de que duran trabajando duro y hacen hasta lo que uno no imagina.
Nos acomodamos en la camioneta, dada mi posición en su selecto grupo, me toco ir en la zona de carga, pero la verdad agradecía tal trato pues sólo quería acompañarles y ver que aventuras podían vivir y de paso aprender algo de sus habilidades.
Primero en la ruta era llegar a una loma a varios kilómetros del campamento y más allá había un parche de selva, denominado así por ser un pobre fragmento aislado, una isla rodeada de pasto y vacas.
Tras subir algunos metros, la estudiosa de los pastos, Crystal, bajó del vehículo y siguió a pie, hasta su área de trabajo a algunos metros de ahí.
Más tarde cuando se llegó al fragmento de selva, bajaron Annete y Omar, con quienes decidí explorar lo que quedaba de esa selva.
En lo que respecta al Dr Derkk, quien trabajaba en las cercanías, aparco su automotor por ahí y se dispuso a ver sus abejas.
El trabajo de Omar era hacer un sondeo sobre los tipos de mamíferos roedores presentes en el área, y el trabajo de Annete era asistirle y aprender las técnicas usadas por el tal Omar.
El trabajo consistía en depositar trampas para que las incautas ratas y similares cayeran en estas y se les confinara ahí hasta la mañana siguiente en la que las sacaban para marcarlas, pesarlas e identificarlas, más tarde se les ponía en libertad a condición de tres cosas, a saber la primera es que no sean algún espécimen raro cuyo posterior tratamiento científico, sea dudoso y en manos de un investigador que haya solicitado al buen Omar la captura de alguno de estos animalillos, la segunda es que la trampa por la codicia y curiosidad de los lugareños que usaban el tramo de selva como paso, no haya sido robada, con todo y ratón; y tercera, que no haya muerto el animalillo, presa de las carniceras hormigas marabuntas, en una brutal carnicería de la que en otras condiciones hubiera podido escapar, cabe mencionar que el restante cadáver no sirve de nada a la ciencia porque al no poseer la totalidad de su carne, no se le puede pesar, incluso sexar y otros necesarios etcéteras.
Mientras ellos se dedicaban a estudiar sus roedores y poner cebo para ver que caía para la mañana siguiente, yo me dedicaba a la ejecución de fotogramas, algunos no muy interesantes porque al parecer la selva sin sus grandes extensiones se vuelve “débil” y las especies que puede mantener son pocas y pequeñas.
Tras una hora y fracción, terminamos el breve sondeo, pues el fragmento de selva no era muy grande.
Después de eso regresamos a buscar el aparcado automotor y de paso esperar a Derkk y a los demás, en cuanto llegamos, fuimos sorprendidos por la confianza del Dr Derkk y dejar el automotor con las ventanillas abajo y la llave de encendido puesta, sin duda en un país como desafortunadamente es el mío, eso se considera una estupidez.
Después de tomar platica con Omar y Annete, llegó el buen Derkk y movió el automotor hasta el punto en donde esperaríamos a la Señorita Crystal.
Donde estuvimos esperando otra hora, viendo pasar los halconcillos y de vez en vez peleando con algunas hormigas, principalmente el buen Omar y Annete quienes decidieron echar siesta a la sombra de un árbol, yo por mi parte, me subí al techo del vehículo y veía los montes.
Al llegar la esperada Crystal, nos pusimos en marcha de nuevo.
Llegamos a tiempo para la comida y continúe mi día.
En otra de esas salidas, hice mejores amistades con el grupo que había llegado hace poco, para empezar anotare que estos sujetos son entomologistas y sus estudios son sobre insectos, en lo peculiar y curioso del supremo Dr Dimitri y su alumno Quanyang, quienes estudian chinches.
Por otro lado Alfonso León, el tercero del grupo y un viejo conocido del Sr Jiménez, de sus tiempos preparatorianos, quien estaba recolectando casi cualquier artrópodo para la colección de su escuela.
En esa ocasión, decidimos ir a la selva de las periferias del campamento, tras pasar la hora de la comida.
En esta ocasión considere no necesarios mis protectores contra mordidas de serpiente pues llevaba rato sin que realmente les viera utilidad, ni mi vara que en igual modo sólo resultaba útil como arma contra chinches gigantes.
Solamente lleve mi cámara y algo de agua.
Primero nos internamos un poco en la selva, hacia el este, buscando chinches, pero parece que también el extraño clima de los últimos días, que incluían un retraso en las lluvias, les era desfavorable.
Encontramos algunos centípodos y unas chinches escatófagas.
Después hacia el sur, tuvimos que pasar un río, bastante seco e internarnos en linderos de la selva por los que no se había pasado en años, culpa mía por recomendar pasar por ahí, puesto que tenia curiosidad de fisgonear esa zona.
Tras avanzar un poco note que el paso era muy difícil pues el camino ascendía por una empinada, pero no se podía apreciar bien el camino pues la maleza lo cubría todo.
En una de esas tuve a mal a chocar con una planta de aquellas que se asocian con hormigas para que estas les protejan como feroces perros de guardia.
Note en el acto que había chocado con la planta pues ya tenia bien identificada a la misma por sus hojas y espinas, y aún cuando me aparte prontamente ya tenia encima de mí una de esas fieras hormigas, pronto la quite de mi mano y vi como se acercaban otras feroces bestiezuelas, tuve que huir rápido, pero salí sano e ileso.
Durante el camino platique un poco con el Sr León, otro tanto aunque con pobres resultados con el aspirante a doctorado Quangyang, y más profusamente con el supremo Dr Dimitri, en quién los cargos y grados no habían inflado el ego, una característica poco común entre los biologistas y hombres de ciencia en general.
Anotaré que el gran Dr Dimitri, y no digo en vano el gran pues había superado incluso el nivel de docto, además de su sencillez es un hombre agradable y muy conocedor de los ardides de las ciencias biológicas, presto a escuchar y deseoso de explicar con términos sencillos, sus conocimientos.
Al avanzar unos cientos de metros, noté a lo lejos, gracias a mis hábiles ojos, el contoneo de una juguetona ardilla de selva, con una señal hice el alto al grupo e intenté acercarme lo suficiente pues no considere (por error) llevar un lente para semejantes tomas a distancia, pero después de unos metros vio a uno de mis amigos y hecho a huir, proseguimos, viendo chinches (pero no las que realmente buscaban mis nuevos amigos) y mariposas, bellas mariposas de colores pardos o azules, verdes o grises, ¡mariposas!
Estábamos en la contemplativa cuando mi ojo reacciono a lo que ninguno de mis compañeros había visto al pasar.
¡Una boa gigante!
Primero los alerte y ya que estaba por ahí, decidí fotografiar a tan monstruoso animal, con la precaución de no asustarla o agredirla.
Pero no contaba, con que alguno de mis acompañantes haciendo uso de una de sus camaras de bolsillo, le disparara un destello.
Con esto, el monstruoso animal que seguramente podía engullir un caballo, se enfureció y emergiendo de su escondite, ¡levanto hojas y quebró ramas!
¡Su grosor competía con el de algunos árboles!
Con ferocidad se lanzó al grupo y salimos de su rango por simple suerte.
Sin armas ni nada que aventar.
¿qué podría yo hacer?
Quangyang, le lanzó una rama pero simplemente no pareció afectarle, pues su rabia ni aumentó ni se vio disminuida.
Por mi parte, hice lo único que se me ocurrió, activar el flash de mi cámara y dispararle de nuevo.
Con cada disparo el animal enfurecía y embrutecía más, pues si bien no dependen completamente de su vista, el deslumbramiento, le causaba confusión por lo que termino estampándose contra un árbol y tras unos intentos torpes de engullirme, decidió huir de la fuente de sus deslumbramientos.
Después de ese peligroso pero afortunado encuentro, decidimos regresar.
Para cuando regresé, el Sr Jiménez se había despertado de su siesta (que tomo antes y durante mi salida) y se disponía a revisar el correo.
Yo por mi parte, en la noche le conté a detalle mis aventuras de ese día.
El por su parte me platicó que pronto llegaría el Dr Viktor Von Kingherräd a revisar los progresos de mi amigo...

(Continuara)

11.7.09

Y más cuentos desde la selva (continuación 6 ).

Parte séptima

Después de múltiples peripecias y aventuras, ¡por fin había llovido!, no como aquel chubasco que aunque fuerte no tiene la intensidad ni la duración de lo que en la selva se considera lluvia.
La noche que comenzó a llover, un leve frescor inundo la zona, y después de una cena nos dispusimos a continuar animosos con nuestros ejercicios para ganar condición, si bien ya no viajaríamos grandes distancias siempre es sano poseer algo de buena condición física.
A la mañana siguiente seguía cayendo una leve llovizna y las nubes mostraban un cielo gris, se podía ver una selva grisácea y ligeramente vaporosa porque las temperaturas aún con la lluvia son lo suficientemente elevadas, lo suficiente, como para causar pequeñas neblinas, por lo menos aquí, dice Braum que en el amazonas y las enigmáticas selvas del congo se forman verdaderas nubes en las selvas.
Aún así la atmosfera era blanquecina, con una luz suave y perfecta, la belleza de un día lluvioso en este caso que era más que deseado, me animo en sobre manera.
Si bien por las especificaciones de mi cámara fotográfica no seria ni recomendable trabajar afuera con tanta humedad en el aire, decidí regocijarme con una de las pocas comodidades del lugar; un té y una silla con escritorio, dejando la entrada libre en mi habitación correspondiente del campamento, podía leer mientras escuchaba gloriosa música y bebía un calido té.
Podía regocijarme con el leve murmullo de la lluvia sobre las hojas de la selva circundante, el aroma del té calmaba mi espíritu y me sentía pleno y aliviado.
Ese día recuerdo haberme deleitado con la primera parte del Fausto de Goethe.
Al llegar la comida, no olvide mi dicha, aunque si bien el plato principal era algún hijo de la falta de ingredientes y la desquiciada visión e improvisación de la cocinera había algo que si bien no recuerdo haber dicho, a veces salvaba las comidas, era el fortuito hecho de que contaban con un agraciado y sabroso postre, algo como una pasta informe e innombrable que tenia una textura suave, algo de sabor ligero y dulce, aderezado con el gusto de canela y un poco de vainilla.
Adjudique su buen sabor a la falta de alimentos a los que estoy acostumbrado pero en una de esas logre darme a la fuga un rato y aproveche para comer junto con mi amigo el Sr Jiménez algo decente en el Katemam-acko, si bien los platillos principales, junto con las muy gratas y tradicionales tortillas eran más que un deleite note que la curiosa pasta que a veces hacia la cocinera no estaba del todo errada del buen gusto.
En lo que respecta a ese día nos alistamos de nuevo para trabajar de noche, no había que demorarse más.
Esta ocasión el cobijo de la selva y la cierta cercanía y respaldo del campamento nos prometían algo de seguridad.
Tras cenar lo más temprano posible, nos preparamos e hicimos un breve retozo para asegurar una buena digestión (necesaria con la calidad de los alimentos).
Pronto nos dirigimos hacia la charca que habíamos encontrado, con paso lento llegamos a la bóveda obscura en la selva.
A pesar de que habíamos logrado salir bien de cierto modo en el incidente, preferimos que yo hiciera guardia ante cualquier posibilidad mientras mi amigo se dedicaba a realizar su trabajo.
Ya una vez ubicado su lugar de estudio y reconocida su especie y su canto, ¿qué más habría que hacer?
El primer paso era capturar la mayor cantidad de ranas de su especie, que se hallasen en el sitio, para este criterio se escogerían únicamente los machos, quienes son los que establecen los sitios de apareamiento, atrayendo atentas hembras con su canto.
Por su parte el Sr Jiménez les tomaría medidas y con un procedimiento considerablemente brutal pero económicamente adecuado a las necesidades de la academia mexicana de biologistas: cortarles dedos de las patas, en una secuencia específica y previamente descrita por los expertos, con tal de generarles un código de reconocimiento, esto lógicamente a los inocentes batracios ajenos a toda ciencia e interés humano, les parece sano, indoloro y poco molesto dado que sus tendencias arborícolas poco hacen uso de sus dedos para moverse y trepar, sin hablar claro del hecho de que para los efectos de ecología, la pérdida de un dedo es lógicamente insignificante considerando que un organismo completamente dotado de sus apéndices no tiene ventajas para el abrazo nupcial, típico de los batracios, ni le ayudara a moverse más rápido, ni siquiera es considerable el gasto energético – metabólico que tiene que hacer el organismo para curarse la herida y evitar caer presa de oportunistas bacterianos y fúngicos.
Una vez “etiquetados” los organismos se les otorga libertad, marcando su lugar de captura en un mapa del área de estudio.
Adelantando un poco las tareas del día siguiente, mencionare que una vez hecho esto se procede con luz diurna a medir las distancias entre machos, más tarde para la siguiente noche se ira a anotar si hay recapturas, afortunadamente para los batracios ya no hay más mutilaciones, sólo el susto de ser atrapados, reconocidos por sus carencias en los dedos y posteriormente se les libera no sin antes ubicar su posición en el mapa para las subsecuentes mediciones.
En lo que a mí respecta…
Tenia que vigilar toda la noche mientras estuviéramos ahí.
En cada momento, cada pisada, cada rama rota, cada gota de agua que se condesaba y armaba un pequeño estruendo, cada zumbido, cada movimiento de agua…
Todo eso era mi obligación a verificar, no podía descuidarnos y dejarnos nuevamente a la sorpresa.
Para mis malos ratos, la selva es un lugar muy activo de noche por lo que entre los cantos nocturnos de extrañas criaturas tampoco faltaban los aullidos de los monos y algunas otras criaturas, tampoco faltaban los cantos de otros tipos de ranas, insectos y algunas aves.
La lámpara de cabeza que portaba tampoco me hacia las cosas fáciles.
Entre las sombras que provocaba a mi alrededor y los insectos que iban y revoloteaban en mi cara, no podía yo lograr tranquilizarme un poco.
Afortunadamente veía que mi amigo progresaba con su trabajo y que gustoso, feliz, colectaba a sus ranas.
Valía la pena.
Tras un rato de psicosis paranoide para mi, mi amigo salía satisfecho de su charca y sus palabras de que por esa noche ya habíamos terminado me tornaban sumamente feliz, la tensión que engendraba toda esa cacofonía y todas esas sombras en la noche…
Aún así el regreso lo hacíamos con precaución.
Pasada la noche y la mañana en la que descansamos y desayunamos respectivamente, regresamos para hacer mediciones, momento en el cual me di a la cacería fotográfica de libélulas, me agrada las líneas intrincadas de sus alas y sus colores metálicos, considero además que captar el momento de paz de un animal tan ágil y veloz es algo hermoso e interesante a la vista, no obstante para mí fue sumamente difícil poder congelar la imagen sin que se viera movida o mal enfocada, quería que realmente mostrara tanto la forma del cuerpo como las líneas intrincadas de las alas, esto con las limitantes de mis lentes, pues soy un retratista novato, y aunque con técnica, el dinero logra maravillas, por ejemplo buen equipo.
Ese día estuve andorreando y tomando fotos.
Al pasar la cena ya estaba de nuevo listo para montar guardia, pues ¡éramos los únicos pobres diablos que trabajábamos de noche!
Mientras montaba guardia y peleaba con una polilla para que me dejara de estorbar la visión, en el riachuelo que apenas se llenaba con la lluvia, escuchamos un ruido fuerte como pisadas.
Tras alumbrar con sorpresa, vimos un enorme armadillo.

Conocidos como Xenarthros, desdentados de las americas del sur, son mamíferos blindados, poseen una piel rugosa y peluda que esta protegida con una serie de placas similares a las osteodermos de los cocodrilianos, su vista aunque pobre se complementa con un buen olfato, en el caso de los pequeños es grato para ellos enroscarse y protegerse, pero estos gigantes poseian una ferocidad propia de sus posibilidades.
Armados con grandes garras que por los informes de Autzberth son capaces de matar perros de un sólo golpe, nos deja una impresión bastante fuerte como su olor.
Aquel animal a diferencia de sus parientes enanos, era un verdadero monstruo más grande que un jabalí, tras olisquearnos a la distancia, se irguió sobre sus patas traseras y mostrando sus enormes garras nos amenazó, con velocidad y valor, lo cercamos y con algo de desodorante en su cara lo hicimos correr aturdido, el animal aunque grande y fuerte y probablemente inmune a nuestras armas sucumbió al ingenio humano.
Al terminar mi amigo de recolectar y etiquetar nuevas ranas, regresamos contentos.
Durante unos días más que pasaron sin problemas seguimos trabajando a gusto…
(Continuará)

7.7.09

Y más cuentos desde la selva (continuación 5 ).

Parte sexta

-¡Sr Charles, tengo sueño!-
Me dijo en tono débil mi amigo el Sr Jiménez.
- Tranquilo, por favor, sujete con esta seda su herida para evitar que siga sangrando –
Le dije.
- no desespere, ¡no se duerma!, lo necesito aquí, ¡¿entendió?! -
Continúe.
Mientras hablaba y trataba de calmar a mi amigo, en la parte del piloto, el Dr Derkk Köln y la Srta Crystal, que había hecho el amable gesto de acompañarnos hasta el hospital del poblado de Katemam-acko, estaban hablando acaloradamente de lo sucedido mientras el Dr Derkk comentaba lo trágico y lo difícil que es la vida aquí en el 3er mundo, no pasó mucho tiempo cuando nos relató su anécdota de cuando el Dr fue al Brasil y en el modo en que los nativos son “bautizados”, resulta que también el Dr Derkk había sido asaltado (y de hecho ha sufrido una serie de peripecias de robo solamente en las tierras tercer mundistas), sólo que en este caso tuvo la desgracia de ser balaceado primero y avisado después, “sentí un dolor en el estomago y escuche un disparo, luego oí una voz que exigía que le diera todo lo que traía”, esas habían sido las palabras del Dr Derkk quien naturalmente estuvo cerca de un mes en tratamiento, en el lejano Brasil, más tarde él hablando con los lugareños, notó que allá tener de menos un disparo era lo típico, en eso consistía “el bautizo”.
Por nuestra parte yo me había visto forzado a comprobar la cordura y nitidez mental de mi amigo, por lo que me puse a formularle preguntas sobre su vida y terminé por hacerle un breve examen de aritmética, para evitar que cayera en el sueño.
Aún así el semblante del Sr Jiménez se mantenía caído, y sujetándole la mano para darle fuerza a mi amigo le recordé a su queridísima familia para que el anhelo de volver a ver a su mujer e hija, fuera ahora la fuerza inmaterial que le obligara a vivir, que lo levantara y lo alejara del profundo hades.
Por fortuna el viaje aún a pesar de la reducida velocidad, (obligado el piloto a esta, para evitar que el herido se zarandeara más) fue ligeramente más breve y cómodo que en los trans-rurales.
De inmediato y por fortuna se nos atendió, el enfermero revisó primero la herida, tras ver que no era tan grave aunque si necesitaba suturarle con hilo y aguja.
Debo describir que el proceso fue un tanto agresivo a las mentes no acostumbradas, por un instante el pellejo levantado en la cabeza del Sr Jiménez, mostraba un fondo blanquecino, que delataba su cráneo.
La rudeza con la que el amigable enfermero lo trato, sólo era entendible gracias a los modos típicos de la región, al hecho debe sumársele la carencia de varios elementos médicos que la modernidad nos ha hecho creer indispensables pero que la carencia del campo nos a demostrado, son opcionales e incluso un lujo.
Para el caso del Sr Jiménez entre la carencia de un vendaje cómodo se le sumo la falta de anestesia al proceso.
El Sr Jiménez hizo gala de su valor y con un resoplo de sus narices toleró el proceso de sutura.
A continuación de tal proceso, fue requerida la valoración médica experta, del médico de la región, para efectos del día y de la hora fue el médico de guardia.
En esta guardia estaba un pequeño y precioso ángel encarnado.
La Dra Bellamina, quién con una breve prospección determino el tipo de tratamiento a seguir, recomendando algunos fármacos para la rápida recuperación del herido que además de la profusa herida en la cabeza también ostentaba severos raspones en el brazo, espalda, pecho y pierna, así mismo como un doloroso esguince en el pie derecho que a estas alturas ya estaba generando una notoria hinchazón.
Después de ser atendido mi amigo se le dictamino descanso y se le envío a un cuartito en el hospital para que pasara ahí la noche.
Lo dejé dormir ahí, si bien se requería que un familiar se quedase a su lado, no había otro que su amigo y yo pase una noche de vela a su lado.
Mantuve mis momentos de abandono y reflexión mientras mi amigo dormitaba.
Pero me aguardaba no sólo una noche ocupada, sino una semana tortuosa.
Para empezar y por cierta fortuna había que dar fe y explicaciones a la policía municipal.
Un hecho requerido para la academia para tratar de evitar futuros incidentes similares (aunque a lo largo de la investigación llegamos a enterarnos de varios percances en épocas anteriores y de la falta de previsión del Dr Viktor Von Kingherräd, quién envío sin las advertencias necesarias a mi amigo).
Un hecho notorio es que la administración del campamento a pesar de pertenecer al peligroso ramo de la burocracia se mostró muy cálida e interesada en mi amigo, detalle grato pues de ocurrir alguna cosa similar en la ciudad realmente no esperaría un soporte como el que se tuvo.
Entre los detalles a resolver fue el de barajar la posibilidad de recuperar lo que se nos había robado, en especial interés del Sr Jiménez pues ahí llevaba sus datos y herramientas de labor científica.
Yo por mi parte sólo había perdido un saco verde con un medicamento para mi asma y mi ficha de identificación.
Tras comenzar a resolver ciertos detalles administrativos y judiciales, despedí con un sincero agradecimiento a los amables Derkk y Crystal para que regresaran al campamento, mientras que yo por mi parte estaría al pendiente de mi amigo.
Mientras tanto la madrugada me esperaba y me decidí por entablar plática para no caer en sueño.
Tras conversar un rato con Esteban el enfermero que aunque rudo en sus modos era un hombre amable, paso cerca de mí la Dra Bellamina.
Una mujer blanquilla de preciosos ojos azules y un cabello ligeramente dorado como el sol de la mañana.
Sus labios carnosos y de sano tono rosáceo eran una parte fundamental de los esquemas de agradable belleza que complementaban la agradable personalidad de la bella persona que demostraba era.
Aunque como toda santa mujer seguro tenía sus demonios y locuras.
Durante una parte de la noche la plática incluyo los tópicos del campo y la ciudad, lo agraciada que era ella a los ojos de la gente, su gusto por el café, mis disgustos por la comida en el campamento, la desgracia humana del crimen y de cómo la providencia trataba nuestras vidas.
A lo largo de la noche desee mucho tener algo de música pues mi adicción por ella difícilmente toleraba su ausencia excepto en ciertos momentos de sagrada paz.
Tampoco tuve un libro con el cual deleitarme en exquisitez literaria.
Para rematar mis molestias a parte del clima frío que reinaba gracias al clima artificial me encontraba en un hospital, y en lo que a mis percepciones concierne me hallaba yo en uno de los peores lugares del mundo.
En lo personal detesto con horror los hospitales y los centros médicos, incluyendo a su personal, con algunas muy distinguidas excepciones, aún la arquitectura estéril y que me sofoca y me recuerda a la amarga burocracia, bueno, no hacen más que sumirme en un progresivo descontento y desesperación.
Otros lugares que con horror evito son los bancos, las estaciones de policía y las oficinas de gobierno.
¡Oh pobre de mí!
Casi la entera semana subsecuente al ataque que sufrimos, fue ir de un lugar a otro, chequeos médicos, declaraciones y papeleo.
¡Oh no!
¡Más papeleo!
Lo único que agradecía realmente fue la recuperación de mi amigo y la buena disposición de la administración del campamento.
Aún a pesar de los detalles subsecuentes fue grato saber que no se prolongo mucho el tiempo de los viajes hacia las centrales administrativas y de servicios periciales.
Aún así las bellezas de la selva quedaron expuestas ante mis ojos,
No pasaron más de un par de días antes de que me viera una tarde rodeado de los monos aulladores

Denominados por el género taxonómico Alouatta según las ciencias modernas.
Que todos los días en cualquier momento gustan de generar ruidos y gorjeos variados y altisonantes.
Tampoco podré olvidar una tarde que de entre la hojarasca vi emerger mientras conversaba con una estresada Mariana, un grupo, mejor dicho una contenta hilera, de ordenadas, contentas y muy pequeñas arañas “Brachypelmas o Aphonopelmas” dijo con seguridad mi amigo el Sr Jiménez, que no solo esta versado en el estudio de los seres batracios, sino en el de otras tantas cosas del saber científico de la naturaleza.
Cabe destacar de él conocimientos variados de geografía, impresionantes en reptilianos y anfibianos, extensos en aracnoides y afines, conoce en general grupos básicos de bestias vertebradas e invertebradas.
Tiene conocimientos básicos pero bien fundados de geología y paleontología.
Así mismo conoce de las variedades de plantas fanerógamas, de su fisiología y anatomía tisular.
No olvidemos sus nociones de historia, gastronomía y otros haberes que si bien no dan para hacerlo notar como un humano culto, lo alejan mucho de las hordas de gentuza mundana.
También tiene algunos guiños por las artes ocultas pero aún no se ha progresado mucho en esa materia desde la caída de la egipcia Alejandría.
Durante esos días gracias al ocio del Sr Jiménez pude tomar fotogramas de una criatura a la que le tengo un pequeño culto.
La salamandra.
Como símbolo de los dragones en Europa y un reminiscente de las épocas carboníferas en las que los anfibianos dominaban agua y suelo.
Me deleito en su lento paso y el modo en que respiran con paz.
¡Amor a aquellos que nos hacen grandiosos los días!
¡Oh amados tucanes de plumaje negro!
¡Oh juguetonas ardillas!
¡Oh dulces ranas!
¡Grandiosos centípodos!
¡Amadas serpientes!
¡Prodigiosos hongos!
¡Majestuosos árboles!
¡Bella mariposa azul!
Con el tiempo, que rápido pasó, pudimos retornar al trabajo principal.
Si bien durante el tiempo que mi amigo estuvo recuperándose de sus heridas, yo me dedique a mis haberes y algunos fotogramas, me preocupaba por saber cuál seria el sentido y final de su investigación, dudo que realmente deseara tener que trabajar diario por aquella zona, y peor aún la falta de lluvia.
Cabe mencionar que si bien el Dr Viktor Von Kingherräd se deslindo de toda responsabilidad y apoyo a mi amigo, fue la administración quien lo apoyo he incluso gracias a la previsión de la Dra Rossamond quien es la directora del campamento sugirió que mi amigo revisara una zona posiblemente habitable por ranas, dentro de los linderos perdidos de la selva circundante.
Estando mi amigo ya cercano a la total recuperación de sus heridas decidimos ir a hacer un viaje a la zona, capturando algunos especímenes de diversos batracios ahí hallados, incluyendo algunas larvas de estos.
Durante la noche mi amigo se puso a determinar mediante bibliografía selecta, la especie de estas ranas hallando para su sorpresa que una de estas pertenecía a una especie “hermana” del batracio cantor que el buscaba, aún más sorprendente fue el hecho de que esta especie era más rara, menos estudiada y ¡hermosamente decorada con manchas azules en los costados!
De nombre Smilisca cyanosticta fue la nueva posible rana de estudio para mi amigo.
Dejando atrás todo hasta donde nos hallábamos revisamos si en la charca esa noche cantarían aquellas ranas.
El lugar era una pequeña bóveda de claroscuros, protegido por inmensos árboles y miríadas de verdes hojas, era una minúscula charca en la magnificencia de la selva, y a su lado pasaba un río que a pesar de la sequía mantenía pequeñas charcas en su curso.
Era un lugar construido en rocas y decorado con musgos, hojarasca y hongos escondidos por doquier.
Tras un instante de estar ahí escuchamos un pequeño sonido, un chillido como el de una trompeta rota, ¡ahí estaba! Más bella y mas silente, ¡la preciada rana!
Regresamos contentos esa noche, dispuestos a completar el estudio ahora con nuevas esperanzas y fuerzas.
Esa noche y hasta la madrugada comenzó a llover…

(Continuara)

2.7.09

Y más cuentos desde la selva (continuación 4 ).

Parte Quinta

Esa mañana nos despertamos como el resto de los días pero el Sr Jiménez había decidido tomar como una orden no perder el tiempo e ir a investigar aún ante la escasez de agua, su estudio debía de ser llevado a acabo y él debía obtener el cobijo que da la insignia de la academia a sus nombrados biologistas.
En cualquier caso iniciamos la rutina con algunos ejercicios, más tarde, tomamos un “refrescante” desayuno, no podía yo tener algo de esa magnitud sin quedar asombrado, sin palabras por el asombroso desayuno procedimos a hacer siesta un rato por el resto del día hasta que antes de la hora de la comida decidimos hacer un breve recorrido en la selva circundante al campamento.
Después de no hacer otra cosa que ver la vastedad verde de la selva y algunos cuantos centípodos gigantes, tuvimos suficiente y tomamos el retorno, esa tarde comí algo que naturalmente me causó horror o aburrición, por fortuna no se puede padecer ambas emociones.
Tras digerir la comida nos dispusimos a leer y enviar correo.
Al termino de dicha actividad nos preparamos para un recorrido nocturno por los caminos periféricos.
Nos equipamos y con lámpara y bastón en mano, un machete en el cinto y disposición a la buena suerte, fijamos como destino el río que pasa debajo de un puente, lugar donde encontramos el primer organismo batracio que buscábamos.
Al salir vimos que el camino era largo y que habríamos de recorrerlo a pie por si encontrábamos alguna concentración de sonoras ranas en el camino.
Tras caminar unos metros y alejarnos del campamento, vimos como la obscuridad devoraba la luz circundante dejándonos en los caminos, solos en la negrura.
Un tramo mas adelante empezamos a escuchar que si bien caminábamos por los caminos que bordean la selva y colindan con los territorios colonizados por el hombre, la fuerza vital de la selva impregna estas líneas fronterizas también, pues a diferencia de otros caminos largos y de inmensa obscuridad, en estos no reinaba un silencio, sino una cacofonía que enfermaría a cualquiera lo suficientemente impresionable, los grandes árboles que rodeaban el camino y hacían al viajero sombra en el camino, ahora eran morada de socarrones y ruidosos espíritus de la selva.
Algunos de estos espíritus en forma de batracios pequeños inundaban con su canto, nuestros oídos.
Con una habilidad natural propia de un naturalista como lo es el Sr Jiménez, no tardó en percibir la dirección y mencionarme que tipo de rana emitía el tan extraño canto, de inmediato me guío por el camino y topó rápido al diminuto poiquilotermo vertebrado, lo alumbre con la luz de mis lámparas y vi uno de los probablemente miles de aquellos endiabladamente ruidosos batracios.
Proseguimos nuestro paso por el camino, el Sr Jiménez se regodeaba ante las buenas posibilidades de encontrar el animal que buscaba, pues nos pareció escuchar su voz.
Digo, nos pareció porque el Sr Jiménez previamente me había instruido a reconocer la voz de aquel batracio, y para ese efecto me puso una grabación.
Definiría aquel sonido como un gorjeo agudo que se dilata un poco a media nota y luego se arrastra, pero es mas complicado de expresar dicho sonido con solo simples palabras, al menos lo es para un hombre de mi talento en lo que a ello refiere.
Durante el trayecto entre las sombras se escuchaba el aleteo de murciélagos, e incluso llegue a dar algunas alumbradas hacia las copas para ver como las ágiles sombras voladoras se desvanecían por su veloz paso, aunque seria mejor decir vuelo.
Tardamos un rato antes de siquiera llegar al camino que lleva al pueblo de Balsapo, lugar que casi a las puertas tiene el puente, destino de nuestra nocturna caminata.
En ese instante mientras avanzábamos, notamos una ligera sombra que avanzaba ligera e inclinándose hacia los lados.
En ese momento el pulso se me aceleró, pues debía estar listo ante cualquier posibilidad.
Al acercarse a nosotros y alumbrarlo con nuestras lámparas vimos a un hombre posiblemente borracho que parecía regresaba a su pueblo por el camino que nosotros íbamos, aún asi lo mas extraño es que este hombre avanzaba seguro entre la negrura de la noche sin una lámpara que lo delatara.
-Buenas noches-
Fue nuestro saludo, pues habitual y de buena educación en la zona hacer un saludo a cualquier caminante.
Pasando de largo aquel sujeto, solo hizo que mi preocupación sobre sus intenciones se acrecentara.
A pesar de ser nosotros dos caballeros con herramientas, capaces de defendernos, por lo menos por mi cabeza paso el respeto (y temor) que se le tiene a las armas de fuego, que hacen que ni el número, ni nuestras fuerzas, ni nuestra habilidad valga de mucho en largas distancias, para el caso de una pistola un par de metros es ya demasiado lejos de la seguridad y demasiado cerca del diablo.
Entonces aquel sujeto a quien no habíamos acabado de seguir alumbrando mientras no sabíamos si adelantar o en preciso cómo tratar.
Voltea.
-Acaban de matar a dos en la rejilla (así le llaman los lugareños al puente que justamente era nuestro destino), yo no iría hacia allá-
Dijo con una voz ligeramente arrastrada, mientras regresaba a sus pasos y se perdía en la obscuridad.
¡¿Qué hacer?!
¡¿Era juzgar como prudente su afirmación?!
Haciendo memoria el Sr Jiménez argumentando el consejo de su santa abuela, prefirió que nos regresáramos y esperáramos a otra noche.
Considerando la advertencia del extraño sujeto, regresamos por donde vinimos, no sin antes ver como se detenía a un costado del camino y se acostaba entre la maleza.
No teníamos idea de cómo juzgar sus actos,
¿Se escondía de nosotros o de algo más?
Preguntarle por más detalles tampoco parecía una opción pues el camino no lucia seguro con semejantes noticias en el aire.
Apretamos el paso y nos decidimos a regresar cuanto antes posible.
Nuestro paso era veloz como nuestros corazones.
La previsión ha ayudado a muchos a evitar una muerte prematura.
Después de un rato nos dimos cuenta que en la espesura de la noche había una presencia más.
Apretamos más aún el paso para alejarnos de aquello, mientras repentinos aullidos y gritos enfermos y socarrones se acercaban.
¡Era obvio!
Aquel sujeto nos estaba siguiendo.
Cierta o no, su información sólo podía indicar que o él conocía a los asesinos, o él era uno de ellos, o incluso había aprovechado nuestra ignorancia de los haberes de Balsapo para hacernos huir.
El hecho es que cada paso dado hacia delante se estaba más cerca del campamento y de la seguridad.
Sus aullidos y berreos confundían nuestra mente, ¿Sólo era un borracho dispuesto a darnos un susto?, ¿quería él matarnos y esa locura suya era parte de un ritual de asesinato?, lo que sea que tuviera en mente, un hombre que caminaba tranquilo por la noche sin luz, seguro estaba loco.
Sinceramente tenia miedo, pues no me importaría pelear con él, mi bastón y mi machete eran de confiar, pero mi cuerpo como el de cualquier otro fenece ante el fuego de una pistola.
¡Rápido!, haciendo vistas hacia atrás en el camino.
Y no obstante, no podíamos ver más que la obscuridad pero sin dejar de escuchar aquellos gritos y aullidos de endemoniado.
Pronto pudimos tras un pequeño haz de luz incidido hacia delante, ver que el camino de terracería, que indicaba nuestra proximidad al campamento; ¡y sus luces y su gente!
-¡Voltéense hijos de la chingada!-
Dijo con un grito profundo y feroz.
Dado mi agudo oído no pude sino obedecer tal orden, pues note que estaba muy cerca, y entre sus mañas se encontraba la emboscada pues a pesar de nuestras vistas hacia atrás había logrado acercarse sin que lo notáramos.
Al voltear vi que mi amigo el Sr Jiménez hacia lo mismo solo que un poco mas de un metro atrás de mi, en sentido de dirección hacia el campamento.
-¡Alúmbrenme y vean lo que traigo!-
Gruño del mismo modo
-¡Trae un rifle!-
Dijo en un grito ahogado el Sr Jiménez.
“¡Un rifle!”, dije para mi. ¡Je! ¿Qué se supone haga contra un rifle?, ¡a esta distancia!, calculo que se hallaba como a 30 metros de nosotros.
No podíamos hacer nada sino como el asaltante dijo, “¡tiren sus cosas y póngalas en el suelo, den media vuelta y avancen!”
Con las manos arriba y una linterna escondida, gracias a mi previsión, tome con calma el suceso, ya no había mucho que hacer sino tomar la oportunidad y salvar nuestras vidas.
Avanzamos en silencio y a oscuras unos metros cuando el azar dispuso enfrente de nosotros un transporte rural, lo tome con una emoción apagada y sin duda lo aprovecharía para avanzar rápido y huir hacia la seguridad pues seguro que el asaltante nos quitaría la atención.
-¡Ayuda!-
Dijo en tono de angustia el Sr Jiménez.
Sin duda solo hice un gesto de levantar mis manos para evitar una mala interpretación por parte de los viajeros al ver dos sujetos emerger entre la noche.
Aprovechando que se detiene el transporte, el Sr Jiménez en un honesto despliegue de temor, decide acercarse a la puerta del vehiculo.
Entonces un sonoro disparo se oyó al fondo y el piloto del vehiculo, raudo, huyó.
Pero con el se ¡había llevado arrastrando a mi amigo!
De inmediato note que el Sr Jiménez para evitar ser arrastrado se había colgado a la portezuela y ahora era la obscuridad la que lo tragaba a él.
-¡Diego!-
Grite impotente, y confundido, el nombre de pila de mi amigo, el Sr Jiménez.
En la obscuridad, por un instante, me quede sólo y atónito, había un hombre armado en la obscuridad, mi amigo había cometido una tontería y yo no podía hacer mucho.
¡No podía quedarme ahí!
Decidí caminar rápido y aprovechar el incidente que seguro había confundido al asaltante y tras un breve avanzar mío, me dispuse a correr, si bien las vívoreras (un equipo que llevaba encima para protegernos de las posibles mordidas venenosas de pequeñas serpientes que incluso se tornan invisibles a veces incluso al observador experimentado, gracias a su camuflaje)
Me protegían los pies, me estorbaban para correr, pero no podía quedarme quieto en la noche y traté de correr con ellas encima, corrí hasta que vi una luz proveniente del camino, a razón de eso, vi que ¡necesitaba correr más!
¡Tenia que llegar rápido al campamento y solicitar ayuda, debía volver por mi amigo!
No obstante mi pesado cuerpo no es dado a la velocidad.
La luz se acercaba por el camino.
¡Corría y corría!
De pronto vi que ya era inevitable, ¡no llegaría ni al campamento ni a la selva para esconderme!
Entonces hizo su paso otro automotor, y se alejó.
¡!
Espero que eso haya retrasado aún más al asaltante, debió buscar resguardo ante otro posible testigo.
No podía seguir ahí y redoble mis ya de por sí redoblados esfuerzos.
Al llegar al perímetro del campamento, vi que las vallas de seguridad estaban puestas dada la hora de la noche.
Entonces pensando en mi amigo y en su muy sagrada (para él) hija me quite las vívoreras y decídime por brincar el cerco.
Con un esfuerzo pero una decisión, logre cruzar el alto cercado, y al llegar de nuevo al suelo, corrí.
Corrí.
- ¡Dr Derkk Köln! -
Jamás lo había visto con tanta felicidad y jamás volví a verlo tampoco con la misma felicidad.
Respirando hondo, le dije
-Nos han asaltado, ¡mi amigo esta en el camino aún!-
-¡vamos busque a los veladores!-
Continúe
Mientras el Dr atendía a semejante sorpresa, decidí ver si una de las comodidades del campamento realmente funcionaba.
Me propuse telefonear al Sheriff de la región.
Pero todas mis llamadas resultaron inútiles.
Me obligaba a buscar algún apoyo y regresar por mi amigo.
De repente escuche la voz lastimera de mi amigo, en un grito alarmado, con calma y asegurándome de que no hubiera caído como rehén del asaltante, corrí a ayudarle.
Mientras lo vi, su figura estaba bañada en sangre y vestida en jirones de ropa.
¡Había regresado desde allá, en la obscuridad y herido hasta acá!
- Calma Sr Jiménez, la alarma se ha corrido y pronto nos moveremos hacia Katemam-acko, para que atiendan sus heridas-
Le dije para tratar de calmar su semblante alterado.
-¡Necesito un hospital!-
Dijo con desesperación.
- Tengo una herida en la cabeza –
Al revisarle, note una herida entre el occipital y el parietal.
La herida era profunda y sangraba profusamente.
Pronto el Dr Derkk apareció de nuevo y dispuso de su automotor para nuestra movilización.
Estábamos por Salir cuando a lo lejos en la susurrante obscuridad se escuchaba el griterío enfermo de aquel loco.
Al salir la obscuridad, inmutable nos recibió y emprendimos pronto viaje a Katemam-acko.
- ya vamos, ¡resiste!-
Le dije al Sr Jiménez mientras su semblante menguaba y continuaba sangrando…

(Continuará)